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Pedro Ignacio de Castro Barros: religión y política


En la riojana aldea de Chuquis, parte integrante del entonces departamento de Arauco y ahora puesto bajo su advocación, nació Pedro Ignacio de Castro Barros el 31 de julio de 1777. Sin vacilación, bien puede decirse de él que fue una de las figuras más íntegras del clero católico argentino y un varón de relieves singulares en las luchas cívicas.


Inició sus estudios en Santiago del Estero y los prosiguió en Córdoba. Se graduó en teología merced al apoyo que recibió del rector de la Universidad de San Carlos, padre Sullivan, quien vio en él las luces necesarias como para brindarle los recursos económicos de que carecía su familia, linajuda pero a la sazón escasa de bienes.

Ordenado sacerdote el 31 de diciembre de 1800 por el obispo Moscoso, su obra pastoral primera la cumple a través de la enseñanza y la predicación. Aquélla la ejerce primero en su provincia natal y en Córdoba, de cuya Universidad será profesor y conciliario. Luego asumirá el curato de La Rioja y también la vicaría foránea. Mientras apoya la causa revolucionaria, vuelca sus afanes en la construcción de la iglesia matriz, cuya terminación coincide con el de su período como párroco.

Diputado por su tierra a la Asamblea del Año XIII, por mandato de ésta recorrerá gran parte del país para hacer propaganda en favor de la causa patriótica. Recuerda Guillermo Furlong que fue al regreso de esta comisión cuando Castro Barros pronunció en Tucumán un célebre discurso. Su fervor religioso y su fervor patriótico se unieron en esa ocasión, en que por feliz coincidencia memorábase el quinto aniversario de la Revolución de Mayo y la gran festividad del Corpus Christi. Don Pedro Ignacio habló fuerte contra el libertinaje que a él le parecía haberse multiplicado a partir de 1810 y no vaciló en justificar plenamente la idea independientista, posición que asumía gran valor cuando, vuelto Fernando VII al trono, muchos rioplatenses parecían dispuestos a rendirle vasallaje.

Otra vez fue Castro Barros diputado de La Rioja al ser convocado el Congreso de 1816. En él actuó con brillo y tenacidad, lo presidió por dos veces, con tal carácter recibió el juramento de Pueyrredón como supremo director y suscribió el Manifiesto a las Naciones, apoyó la declaración de la independencia y postuló la monarquía.

Los años siguientes le trajeron, además del curato de San Juan primero y el rectorado de la Universidad de Córdoba después, hondas preocupaciones y situaciones molestas, entre las que no faltó la prisión por obra de las montoneras.

Buena parte de sus energías las dedicó Castro Barros a oponerse frontalmente a la política religiosa que contra la Iglesia bonaerense pretendió llevar el ministro Rivadavia. Otra parte a su ministerio, por lo que hizo a Cuyo una visita eclesiástica en 1827 y desempeñó la vicaría capitular de Córdoba.

Las disidencias políticas lo hicieron su víctima y lo llevaron al destierro, primero en la Banda Oriental y después en Chile. En esta tierra retornó a la docencia desde las cátedras de la Universidad de San Felipe y otros institutos superiores.

La calle que lo recuerda a este sacerdote forma parte de dos barrios: Punta Mogotes y Faro Norte. Nace al 2590 donde desemboca por su sentido de circulación, en avenida De los Trabajadores al 2900 y termina al 3200 al llegar a la avenida Mario Bravo.


Su muerte, ocurrida en Santiago el 17 de abril de 1849, determinó imponentes honras fúnebres #AntesDeSerCalle


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