Con la ordenanza 22084 sancionada el 29 de enero de 2015 se le impuso el nombre de Julio Sosa a una de las calles en la zona conocida como Las Dos María, aunque no existe ordenanza que reconozca oficialmente ese nombre a la barriada que se ubica a la derecha de avenida Presidente Perón (Ruta 88) camino a la ciudad de Batán.
Julio María Sosa Venturini , o simplemente Julio Sosa había nacido el 2 de febrero de 1926 en una familia pobre de la pequeña ciudad de Las Piedras, Uruguay. Creció en un clima sano; sus ropas eran humildes pero limpias, en un hogar sin ningún lujo, pero con la leche recién ordeñada -a veces por él mismo-, que lo hizo crecer superando a otros chicos en fortaleza, corpulencia, alegría e inteligencia.
Fue buen alumno en el colegio, despierto y vivaz, tanto al presentar sus lecciones como cuando leía algún poema de Fernán Silva Valdez o las prosas de Justino Zavala Muñiz, de Juana Ibarbourou, de Yamandú Rodríguez, entre otros.
Sosa "nació" cantor de forma y estilo desde chiquilín. A los doce años ganó un concurso en el recreo "Luces de Canción Chico", en las afueras de Montevideo, con el tango de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera "Cuesta abajo" y con el vals de Santos Lípesker y Homero Manzi "Gota de lluvia". Cobró un premio de diez pesos oro; con parte de él mitigó la mishiadura de algunos amigos suyos, y el resto lo entregó a su madre.
Pese a su corta edad ya tenía decidido su futuro: Lo atraía el tango, y con ese fuego sagrado de los grandes de verdad, virtió esas resonancias que bullían en su interior y cantó tangos no sólo en la capital uruguaya sino en ciudades y pueblos vecinos. Julio Sosa, erguido en sus trece años de edad, con un carácter singular, mostró las letras de la música del Río de la Plata. Nadie le enseñó nada, sólo las grabaciones de los grandes cantores, sus ademanes, su propiedad interpretativa y la intuitiva selección de temas que hablaran de trascendencia o que fueran una descripción de la verdadera esencia del pueblo al que pertenecía. La explicación era sencilla, él llevaba el tango en el alma, y tenía planta y garra.
Luego de haber trabajado como boyero, supernumerario municipal, podador de árboles y guarda de ómnibus, ingresó a la marina, donde se ganó la simpatía y la admiración de superiores y camaradas, quienes supieron reconocer en él al muchacho bueno y sano de cuerpo y espíritu. Dos años permaneció en la fuerza y cuando era propuesto para su ascenso a cabo renunció al puesto, respondiendo a su permanente sed de aventuras e impulsado por su vocación musical.
Se integró entonces a un conjunto formado por Carlos Gilardoni, pero Las Piedras era demasiado pequeña para sostenerlos; con alguna actuación semanal tan solo podían juntar unos pesos. En Montevideo no les fue mejor, y después de muchas noches solían amanecer en el viejo café "Tupinambá" ante un café con leche y una ensaimada, y a veces algún sándwich que el mozo les acercaba, cargándolo en su cuenta personal.
Bordeaba los veinte años cuando se le presentó una pequeña oportunidad: un certamen para aficionados que se organizó en el café "El Ateneo" de Montevideo. Con los bolsillos flacos y su única camisa, que había lavado la noche anterior, cuando lo llamaron a participar subió al escenario con todo el desparpajo y el aplomo. Julio cantó "Tarde gris" con el conjunto de Hugo Di Carlo, que eran quienes acompañaban a los competidores. Cuando concluyó su interpretación, Di Carlo lo invitó a incorporarse como vocalista de su orquesta.
Por algunos problemas que había tenido con Gilardoni, y por su condición de menor de edad, mientras integró el conjunto de Di Carlo utilizó el seudónimo de Alberto Ríos. Actuaban en radio y en clubes nocturnos, y su nombre comenzó a sonar en la constelación del tango.
Desvinculado de Di Carlo, pasó a la orquesta del argentino Edelmiro Toto D´Amario, actuando con él en dos temporadas en Punta del Este. Si bien no le faltaba trabajo, su situación económica era difícil y tenía que administrarse bien para poder seguir tirando.
Cruzó el charco
El ámbito de acción era cada vez más chico para la dimensión del cantor. Alguien le sugirió cruzar al otro lado del Plata, pero Julio advirtió con desesperación que por más economía que hiciera en sus gastos no llegaba a juntar para el traslado.
Varios amigos que confiaban en él no vacilaron en aportar el importe necesario para el viaje y para pasar unos días en Buenos Aires. Con lo obtenido tenía para un pasaje de tercera clase en el "Ciudad de Montevideo", hasta tanto ganara algo en la capital porteña. "Esos amigos queridos a quienes no olvidaré nunca, organizaron una cena de despedida en mi honor en el evocador boliche de la vieja plaza" evocaba Julio tiempo después.
Su amigo Cacho Maggiolo recordaba en un reportaje: "Cuando fuimos al puerto a despedirlo, el 15 de junio de 1949, desde la proa del barco nos cantó " Mi Buenos Aires querido" y "Adiós, muchachos".
El Varón del Tango
La voz de Julio Sosa hacía detenerse a los bailarines; se estaba convirtiendo en el cantor del pueblo. Hacía falta un slogan para él, una definición que fuera a la vez vendedora e identificatoria del nuevo solista que arremetía con fuerza propia en las filas de tango. La tarea fue encargada al jefe de prensa de la grabadora, el periodista Ricardo Gaspari. Y en pocos minutos nació "El Varón del Tango". Así se llamó el primer larga duración, y de allí en adelante el mote se hizo carne en el fervoroso público que seguía sus presentaciones y aumentaba día a día.
Un único libro premonitorio
Julio Sosa publicó el l8 de febrero de 1964 su único libro de poemas: Dos horas antes del alba, que prácticamente sin publicidad fue un éxito de librería. Dejó impresos en aquellos versos una faceta de su alma inquieta y soñadora. Mostraba en sus pormenores casi grotescos realidades que lo asqueaban, y también describía con maestría personajes de un acontecer angustiado y problemático. Puede extraerse de su lectura la amarga visión de Julio Sosa con respecto del mundo que lo rodeaba. Su destinatario fue él mismo: Julio, sin exageración fue siempre un hombre en busca de sí mismo.
Una vida personal muy tormentosa
Julio tuvo tres convivencias que lo dejaron marcado para siempre y se sumaron a su azarosa esgrima sentimental. Se casó cuando contaba 16 años, enamorado de una jovencita uruguaya llamada Aída Acosta. Un año después la pareja decidió separarse. Nueve años después, en 1951, se unía en Buenos Aires a Nora Edith Ulfed, con quien tuvo su única hija, Ana María.
Esta vez la separación fue traumática, a tal punto de que Nora no le permitió que continuara viendo a su pequeña hija.
Pasaron los años y su tercera esposa fue Susana Merighi, con quien vivió desde el 3 de junio de 1959 hasta su trágica desaparición el 26 de noviembre de 1964 #AntesDeSerCalle