Como un intento de recuperar para la memoria histórica colectiva las masacres y despojo de sus tierras a las que fueron sometidos los pueblos originarios, hace años, Osvaldo Bayer encabezó una especie de campaña para quitar el nombre del genocida aborigen Julio Argentino Roca de diversas calles de diferentes localidades del país. Es qué, como reafirmamos desde éste blog, no es lo mismo valorar las memorias y los ideales de Manuel Belgrano, Juan José Castelli y Mariano Moreno que la de personajes que han hecho mucho mal a la humanidad.
Comparando los documentos testimoniales dejados por hombres como los mencionados, que están en el Archivo General de la Nación, con los de Julio Roca, vemos el abismo del pensamiento entre ambos. Los primeros se basan en la igualdad y el último en la muerte, el despojo y la violación territorial.
La muerte de Osvaldo Bayer todavía impacta en el corazón de quienes conocieron su vida y su obra, dedicada en gran parte a revelar crímenes que el Estado argentino cometió en doscientos años de historia, a partir de episodios de los que poco o casi nada se había denunciado hasta el momento.
Había nacido el 18 de febrero de 1927 en la provincia de Santa Fe. Se negó a hacer el servicio militar y a modo de castigo lo destinaron a barrer y encerar pisos de los despachos de los oficiales durante dieciocho meses. En 1952 estudió Historia en la Universidad de Hamburgo (Alemania). En la ciudad de Esquel, en Chubut, fundó junto a Juan Carlos Chayep La Chispa, un periódico del que circularon solo ocho números, entre el 20 de diciembre de 1958 y el 4 de abril de 1959, que el sello Editores Ignorantes publicó en una notable edición facsimilar. No viene mal recordar que la primera edición La Chispa desplegó una serie de notas de investigación que explican paso a paso el despojo de las tierras del Cushamen mediante tretas comerciales, en el que estaban implicados comerciantes locales y Julio Telleriarte, que luego sería elegido diputado provincial por la Unión Cívica Radical (UCR); las mismas tierras que hoy sigue reclamando la comunidad mapuche a su nuevo dueño, Benetton, y que en febrero de 2017 terminó con una salvaje represión de la gendarmería contra los integrantes de esa comunidad.
La vida de Osvaldo es una catarata de anécdotas trenzadas por la atípica convivencia de la ingenuidad y la radicalidad. Un año después de haber ingresado a Clarín, donde realizó la primera huelga en la historia de la redacción de ese diario.
Desde aquí, hacemos nuestro humilde homenaje al gran periodista y escritor anarquista que abrió debates y transformaciones en la provincia de Buenos Aires. Ojalá algún día veamos plasmados sus sueños de reivindicación histórica y alguna calle que lo recuerde. #AntesDeSerCalle