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Aníbal “Pichuco” Troilo: A 108 años de su nacimiento

Aníbal Carmelo Troilo, conocido como Pichuco, es protagonista de más de 500 grabaciones y de cada versión de sus 62 composiciones registradas en Sadaic. Tiene una herencia artística inescindible de la música de hoy . Ahí se cifran los arcanos de una de las líneas estilísticas más importantes, bellas y refinadas del tango; una fuente donde abrevaron las corrientes más modernas y estéticamente más ambiciosas del género, desde Berlingieri a Piazzolla, Desde Piro a Garello. Pero Troilo hubo uno solo y nació hace exactamente 108 años en el barrio del Abasto. ¿Dónde más podía nacer aquel 11 de julio de 1914 ? Algunos sostienen que en el barrio de la Recoleta ya que señalan su casa de J.A.Cabrera se ubica en ese barrio.

La norma legislativa que le impuso a la traza de la calle 105, desde calle 128 hasta la proyección de la calle 120 el nombre del músico Aníbal Troilo "Pichuco" data de 1994. Tiene orientación Noroeste/Sudeste y se la encuentra en el barrio El Colmenar, en la ciudad de Batán


Su apodo “Pichuco” se lo puso su padre. Los biógrafos no han podido dilucidar si el término proviene del litoral argentino, dado que significa negrito, o del quechua pichi (pequeño) .A los 10 años consigue su sueño de tener un bandoneón, ya que veía tocarlo en los bares de su barrio.


El debut


El 1º de julio de 1937, diez días antes de cumplir 23 años, Troilo debutó con su propia orquesta en el cabaret Marabú. Más que una orquesta era un octeto, del que formaban parte el pianista Orlando Goñi, el violinista Reynaldo Nichele, el contrabajista Kicho Díaz, entre otros, al que se sumó luego la voz de Francisco Fiorentino. En el ámbito reducido de un salón donde se bailaba y se escuchaba, los muchachos tocaban casi sin arreglos, con el rigor rítmico que el género exigía, pero con un vuelo melódico superior y un juvenil gusto por los juegos arriesgados. Comenzaba así lo que sería una revolución de seda para el tango: la fundación de un estilo orquestal sobrio y elegante, en el que la rigidez de los roles instrumentales del modelo decariano daba un paso adelante y se proyectaba en un sonido cuya vocación contrapuntística dejaba espacio para solos y para el intercambio de roles entre los instrumentos. Compás preciso, gusto por el contraste y expresividad en el fraseo fueron los rasgos principales de una música tan apta para bailar como para sentir.

Pichuno escuchando radio, otra de sus pasiones

Las sucesivas formaciones de Troilo, durante casi 40 años, desarrollaron esa idea hasta la perfección sentimental. Instrumentistas que fueron paradigmas del género como los pianistas José Basso, Carlos Figari y Osvaldo Berlingieri, los bandoneonistas Baffa, Astor Piazzolla y Raúl Garello, los violinistas Hugo Baralis, Salvador Farace y Juan Alzina y el violonchelista José Bragato, fueron algunos de los que integraron esas formaciones, interpretando las orquestaciones de Argentino Galván, Ismael Spitalnik, el mismo Piazzolla, Julián Plaza, Garello... músicos formados en el credo del avance artístico, que con técnica y talento redondearon la intuición feroz de un Troilo que con su célebre goma de borrar sabía sacar lo superfluo de cada partitura, mientras advertía a sus muchachos: "La gente tiene que bailar; no perdamos el baile, si perdemos la milonga, sonamos".

La sensibilidad melódica de ese estilo se exaltó en composiciones que resultarán determinantes para la definición de una época del tango. María y La última curda, en sociedad con Cátulo Castillo; o Barrio de tango, Sur, Discepolín, Che bandoneón, con Homero Manzi, son claros ejemplos. "Yo nunca puedo escribir música por escribir. Preciso una letra primero. Una letra que me guste. Entonces la mastico. La aprendo de memoria. Todo el día la tengo en la cabeza. Es como si la fuera envolviendo en la música. Es muy importante para mí lo que dice la letra de una canción", sabía decir con simpleza superadora.

Junto a Osvaldo Pugliese en la Rambla

Para ese repertorio, con alma de docente Pichuco recibió en sus orquestas a cantores que cobijados por su sonido se convirtieron en los mejores: Alberto Marino, Floreal Ruiz, Fiorentino, Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche, Elba Berón, Nelly Vázquez.

En la década de 1960, cuando la curva popular del tango descendía y se apagaba la época de las grandes orquestas, Troilo siguió tocando e inventando, entonces al frente de formaciones más reducidas. Con la prodigiosa guitarra de Roberto Grela y después con un cuarteto integrado por Berlingieri, más tarde reemplazado por José Colángelo, Ubaldo De Lio y Rafael del Bagno, se refugió en locales nocturnos. También siguió tocando y grabando con su orquesta típica, con la que por aquella época dejó discos muy apreciables como Verano Porteño (1967) Fechoría (1970), ambos instrumentales, y dos con Roberto Goyeneche: Nuestro Buenos Aires (1968) y Tinta Roja (1971), que sería su última grabación.

Su manera de tocar finalmente se había fundido con su manera de ser. Era un Troilo tardío, aturdido de noches, tragos y amigos que se adelantaba al propio mito. De aquel personaje, el "gordo triste" que muchos recuerdan se escapaba descartando de su bandoneón las notas que ya no le servían y quedándose con las pocas que todavía lo conmovían. Cuando con su fuelle, solito, se separaba del compás de su orquesta, hasta el tiempo se detenía para escucharlo. Sabía desafiar al silencio hasta convertirse en gesto puro: a esta altura Troilo no era ni clásico ni moderno. Era Troilo.

Troilo y Rivero en los barcitos de la Rambla

En una entrevista para Página 12, José Leonardo Colángelo, el último sobreviviente de la orquesta de Pichuco afirmó: “Tocar con Troilo era como tocar con Dios”, poniéndole dimensión al Director de Orquesta.

"Si usted me pregunta dónde me gustaría que me agarre la muerte, le contestaría en el teatro", le dijo Troilo en una noche en Caño 14 a la periodista uruguaya María Esther Gilio. El mundo que se había puesto le tiraba de la sisa. Esa muerte lo encontró en el Hospital Italiano, tras un derrame cerebral y varios paros cardíacos. Su cuerpo descansa en el Rincón de los Notables del cementerio de la Chacarita, sepultado en un extraño edificio-monumento con forma de bandoneón que alberga a varias de las figuras del tango #AntesDeSerCalle

Bibliografía: Sentir el Tango (Altaya) // Tango , arte nuestro (José Gobello) // Notas periodísticas

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