Rufino Inda nació en Mar del Plata el 17 de abril de 1893. De joven, consciente de la necesidad de una herramienta política que posibilitará la conclusión de las aspiraciones de los trabajadores, se incorporó al Partido Socialista ni bien se formó en la ciudad. Viendo que era necesario tener un órgano de difusión de las ideas, formó junto a otros sociealistas, en 1915 el diario El Trabajo.
La calle que recuerda a este ex intendente nace en el barrio San Antonio, 12 de octubre como punto de inicio. En su recorrido pasa , además, por los barrios Bosque Grande, Las Heras y Las Retamas, ya que mantiene su nombre más allá de la avenida Mario Bravo.
La actividad política a la que se consagró con entusiasmo y vocación le llevó a desempeñar por dos períodos el cargo de Intendente Municipal en 1922 y 1927. Electo Diputado Nacional en 1932, le cupo una labor brillante en las comisiones de esa rama legislativa habiendo sido uno de los coautores de la Ley Nacional de Vialidad. En el ámbito local desempeño en varias oportunidades la presidencia del Concejo Deliberante y ocupó por varios períodos una banca en el cuerpo deliberativo.
Fomentó el turismo, participando en la habilitación del circuito Mar y Sierras y en las Primeras conferencias Regionales de Turismo cuyas conclusiones fundamentaron la Ley Nacional de Turismo de 1940. Participó como fundador de Instituciones tales como el Automóvil Club Argentino, el Club Náutico Mar del Plata, la Dirección Nacional de Turismo, el Rotary Club Mar del Plata y en protección de la niñez, el Centro de Rehabilitación (Ex Cerenil) así como la Asociación Protectora de Menores.
Su vida
Fue un hombre afable, cordial y modesto que cultivó la vida llana y corriente pero que, tras una bonhomía campechana, había una voluntad inquieta, infatigable y generosa dispuesta a trabajar en favor del bienestar y el progreso de la comunidad.
Compartió la realidad de convivencia humana jovialmente, con humor y gentileza de vecino de barrio, amable, servicial y cortés. Gustaba y disputaba el encuentro, la comunicación, la proximidad y las reuniones. Paciente y ameno interlocutor, dosificaba las pláticas con notas simpáticas e ilustrativas conclusiones. Era siempre un placer intercambiar con él proyectos y pareceres.
Sabía escuchar, atender y considerar reflexiones, que no son virtudes abundantes. Su humildad cubrió con velos de suave serenidad y de total sencillez sus atributos interiores y la centella de un ingenio imaginativo y sagaz que se anticipara a los hechos y a los tiempos. Jamás pregonó méritos ni aciertos.
Prefirió la acción callada, sin alboroto, sin vocería, sin grandilocuencia, desprovista de petulancia, alarde y presunción. Le importaban los motivos y los resultados. En su militancia no se propuso liderazgos de tribuna ni usó el halago demagógico para proselitismos engañosos, Ejercitó el entendimiento consensuado y la convergencia esclarecedora de opinión.
Nunca desconoció los valores ajenos ni proyectó sombras de maledicencia sobre juicios y convicciones discrepantes. No hizo del descrédito, del escarnio o del sarcasmo medios indignos para zaherir reputaciones o famas.
Fue un manantial permanente de actividades y de iniciativas. Bullían en su pensar los programas más atinados, atrevidos y oportunos. Comparadas sus ansiedades íntimas, ricas en proyectos, con su temperamento pacífico y su bonhomía sosegada resultaba sorprendente y fascinante encontrar estas condiciones en una misma persona.
Llevaba sus bolsillos atiborrados de notas: cada una correspondía a chispazos de planes, a súbitas lucubraciones, a ocurrencias felices, a concepciones novedosas a respuestas ingeniosas a problemas inmediatos de la comunidad y a futuras situaciones que la imprevisión podría generar inconvenientes o desastres. Vio más lejos, en su época, que ninguno de sus contemporáneos.
Respondía siempre con agudeza y rapidez a los planteos nuevos que las situaciones creaban, a las distintas alternativas que producían los cambios y vislumbraba con visión de profeta las transformaciones que ocurrirían y los requerimientos que eran necesarios anticipar. Tuvo para cada caso la respuesta inteligente y certera.
Sus ideas llevadas a proyectos y a la realidad
Durante la intendencia de Rufino Inda, se realizaron las primeras y grandes obras de asfalto en la ciudad, especialmente en todo el recorrido de la costa.
En 1936 llega el Columbus con 600 turistas norteamericanos poniendo a disposición del mismo un frente continuo de atraque de 220 metros de longitud con 70 metros de ancho. El atracadero se ubicaba sobre la escollera norte y aseguraba 35 pies al cero. Que los pasajeros del Columbus desembarcaran en la ciudad fue el resultado de numerosas e intensas gestiones emprendidas por la Asociación de propaganda y Fomento de Mar del Plata a las que se le debe sumar el espaldo político del legislador nacional don Rufino Inda.
De esta manera el Columbus pudo atracar en nuestro puerto luego de que el Poder Ejecutivo Nacional, mediante un decreto, resolviera exonerarlo por dos días del pago del alto derecho portuario vigente en ese momento. Así fue como el legislador nacional Rufino Inda presentó ante el Congreso un proyecto de ley declarando zona franca al puerto de Mar del Plata. El proyecto tenía entre sus fundamentos una comparación de los derechos que un barco debía pagar en Montevideo y en cualquier puerto Argentino.
Los números arrojados advertía que se cobraba aproximadamente 22 veces más que en el puerto vecino. En Argentina el puerto por el que los pasajeros salían y entraban al país era el de Buenos Aires. Es a partir de esta realidad que comienza a tener sentido la posibilidad de cambiar el esquema, con la adaptación de nuestro puerto. La idea se sustentaba también en el hecho de que el acceso al puerto de Buenos Aires era complejo y engorroso dado su sistema de canales.
Es así como por iniciativa de Rufino Inda se presenta al Congreso el proyecto de ley de construcción de una Estación de Velocidad. La iniciativa fue aprobada por la Ley Nº 11.615 sancionada en 1932. Luego la Dirección General de Navegación y Puertos, perteneciente al Ministerio de Obras Públicas de la Nación, confeccionó los planos generales y detalles de la obra que se denominaría “Estación Marítima” Puerto de Mar del Plata. Si bien la ley que autorizaba su construcción fue sancionada en 1934, el proyecto quedó inconcluso a medida que los años pasaron. Así se llegó a mitad de siglo peticionando infructuosamente la construcción del famoso puerto al Poder Ejecutivo de la Nación
Murió el 8 de marzo de 1964. #AntesDeSerCalle
Fuentes: Fotos de Familia del Diario La Capital, Historia del Socialismo Marplatense
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