No es difícil vincular a Cabral con el heroísmo, sobre todo para quienes pasamos los 40 y traemos desde nuestra niñez aquella atractiva canción patria. “Cabral soldado heroico, cubriéndose de gloria”… dice la legendaria “Marcha de San Lorenzo”.
La calle que lo recuerda tiene apenas 100 metros y se encuentra en el norte del barrio La Perla. Va del 0 al 100, de Río Negro a Falkner. Sería la continuación de calle España si vemos en línea recta y no estuviera el Asilo Unzué.
Pero, más allá de la epopeya que dicha canción patria, enumera y su calle corta…. ¿Quién fue el Sargento Cabral?
Juan Bautista Cabral nació el 24 de junio de 1789 en la localidad que hoy lo homenajea con su nombre, en Saladas, provincia de Corrientes. Era zambo, es decir, la mezcla de un nativo de estas tierras y una africana.
Su padre, José Jacinto Cabral, era de origen guaraní y su madre, Carmen Robledo, una esclava africana. Ambos estaban al servicio del estanciero Luis Cabral; de quien adoptaron el apellido.
En 1812, el por entonces gobernador correntino, Toribio de Luzuriaga, comienza a reclutar gente para el ejército, y con tan solo 23 años de edad, Juan Bautista se incorpora, al segundo escuadrón del recién creado cuerpo de Granaderos a Caballo, y es enviado a Buenos Aires.
El bautismo de fuego de los granaderos de San Martín, se da en la emboscada que dicho ejército – mucho menor en número - le prepara a los soldados españoles, en el Convento de San Carlos, en la localidad santafesina de San Lorenzo, a orillas del río Paraná, 3 de febrero de 1813.
En mencionada batalla, su crucial accionar tuvo lugar a poco de iniciada la batalla, cuando el fuego enemigo derribó al caballo del Coronel José de San Martín y aprisionó a éste bajo del animal. Al ver que la tropa enemiga, se acercaba con bayonetas, sin pensarlo, el soldado raso Cabral, desmontó y ayudó al coronel a incorporarse.
Lo que pasó en ese preciso momento, fue motivo de ensalzamiento popular, el boca en boca dará varias versiones sobre el hecho. Siguiendo una constante lógica, en base a todo lo narrado podemos decir que Cabral usa su cuerpo como escudo entre las bayonetas realistas y San Martín… tras este acto heroico, resulta gravemente herido por lo que, una vez terminada la batalla, es llevado al comedor de un vecino, que hacía las veces de hospital de campaña, en donde muere.
Luego, el propio San Martín, escribió una carta dirigida a la Asamblea General del Año XIII, y en ella comenta que en su lecho de muerte, el soldado Juan Bautista Cabral – ya anoticiado de la victoria – dice como últimas palabras: “¡Viva la patria! Muero contento, por haber batido a los enemigos”.
Según Bartolomé Mitre, en su “Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana”, el grado de sargento le fue concedido post mortem en mérito a su arrojo en la batalla. Esta versión aún hoy se discute ya que se sabe que en ese momento de la historia no existía tal reconocimiento. El ascenso post mortem, luego de muerto, es establecido en la Primera Guerra Mundial, siglo XX.
En la naciente patria, clasista, racista, en la que recién se acababa de abolir la esclavitud, el Sargento Cabral, a quien poco le interesaban los réditos aduaneros con que lucraban los porteños; analfabeto – quizás – había comprendido en lo más profundo de su alma, el sentido de “Libertad” que san Martín comenzaba a abogar por este suelo argentino #AntesDeSerCalle
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