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Ricardo Balbín: uno de los radicales más destacados

La ciudad de Batán dentro del Partido de General Pueyrredon es la encargada de homenajear al político Ricardo Balbín por medio de la traza de la calle 44 desde 1994.


Balbín había nacido en el barrio Constitución de la ciudad de Buenos Aires el 29 de julio de 1904. Sus padres fueron Encarnación Morales, que murió cuando él tenía cuatro años y su papá Cipriano, un asturiano que durante mucho tiempo fue el encargado del coche comedor del Ferrocarril del Sud. La familia se radicó en Ayacucho, donde Balbín padre se hizo cargo de un almacén de ramos generales de un hermano soltero que también había muerto.


Fue en Ayacucho que, junto a su amigo Manuel Solanet, vio por primera vez a Hipólito Yrigoyen, y fue atracción a primera vista. Lo primero que hizo con la flamante libreta de enrolamiento a los 18 años fue afiliarse al radicalismo. Sus estudios primarios los hizo en el San Luis Gonzaga y los secundarios en el Colegio San José, del que egresó con diploma de honor. Cursó dos años en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, donde conoció a Arturo Illia. Por problemas económicos de su padre, dejó los estudios y toda la familia se estableció en la ciudad de La Plata.


En la capital provincial, en dos años se recibió de abogado. Fue fiscal del Crimen en Mendoza durante el segundo gobierno de Yrigoyen, donde le tocó investigar el asesinato de Carlos Washington Lencinas. Algunos lo acusaron de apañar el crimen y lo tildaron de perseguidor.


En los viajes que realizaba en el tren, solía coincidir con una maestra, llamada Indalia Ponzetti, quien viajaba de La Plata a Lanús acompañada de una amiga. "Che, ¿viste cómo te mira ese tipo feo con cara de chino?", le advirtió. Se casarían en 1928; con su esposa, a quien llamaba "madre", vivirían en la casa de la calle 49, entre 11 y 12 de La Plata, la que había adquirido con un crédito. Primero nacería Lía Elena, luego un varón que fallecería al poco tiempo y después vendrían Osvaldo y Enrique.


Luego del golpe de Uriburu, fue candidato a diputado provincial en los comicios anulados de 1931. Se asoció con José Delgado Moy para ejercer la abogacía. Su visión idealista lo llevó a tomar sucesiones desechando los juicios contradictorios, porque éstos lo mortificaban.

En la campaña presidencial de 1937, Balbín y su amigo Amílcar Mercader acompañaron al binomio Alvear – Mosca. Se cansaron de ganar apuestas que consistían en hacerlo emocionar a Alvear, que era de llanto fácil. El ex presidente le decía a Balbín "pico de oro". Su construcción política lo llevó a formar primero, por 1940, el Revisionismo Bonaerense, una línea interna opuesta al alvearismo, inclinada a la centro izquierda, en sintonía con las ideas en boga entonces, ligadas al laborismo inglés. Militarían allí Moisés Lebensohn, Crisólogo Larralde y Oscar Alende, entre otros. Cuando en 1942 fue electo diputado nacional, renunció por considerar que los comicios habían sido fraudulentos.


No logró ser convencido por el coronel Perón en el encuentro en septiembre de 1943 (sería el primero), en una oficina que el futuro presidente ocupaba en el edificio de Callao y Viamonte. Perón ya había comenzado a tantear a dirigentes radicales con los que unos meses más tarde daría forma a la UCR Junta Renovadora, una de las agrupaciones que trabajaría por su candidatura a presidente.

En abril de 1945 en Avellaneda, Balbín y los suyos fundaron el Movimiento de Intransigencia y Renovación y dieron a conocer la Declaración de Avellaneda, un documento de clara orientación nacionalista de izquierda. En las elecciones de febrero de 1946, con sus 42 años, fue electo diputado nacional. Tras una puja con Arturo Frondizi por la jefatura del bloque, Balbín quedaría al frente de los "44 de fierro", como se dio en llamar a los diputados radicales que eran minoría en la Cámara Baja.


Gimnasia y Esgrima


El "Chino" Balbín era hincha de Gimnasia y Esgrima "porque Estudiantes es un club de oligarcas", aclaraba. Le gustaba ir cada tanto al hipódromo y los sábados al mediodía cocinaba para la familia y para los amigos que se arrimaban. Las puertas de su casa siempre estuvieron abiertas. En su estudio de la planta baja, solía atender tanto asuntos jurídicos como gente común que le pedía ayuda por temas particulares.

Vivía para la política. En el recinto se sentaba en la última fila de su bloque, para tener un panorama completo. Fueron años de duros debates, donde el radicalismo corría por izquierda a un oficialismo cada vez más volcado hacia la derecha. En los dos primeros años, presidió la cámara Ricardo Guardo, autor del proyecto de creación de la facultad de Odontología de la UBA. Luego, la presidencia recayó en Héctor Cámpora, y los debates fueron cada vez más encarnizados, y siempre terminaban con el diputado oficialista Astorgano solicitando el fin del debate, lo que originaba una batahola de acusaciones, insultos y desmanes.


Lo que aumentaba era el número de legisladores desaforados, presos o exiliados. Como fue el caso de Ernesto Sammartino, quien en su última intervención acusó que "a mi no me echa ninguno de ustedes porque haya hablado del aluvión zoológico. A mí me echa de esta Cámara la esquelita perfumada de la nueva Pompadour de la República". De los 44 diputados radicales en 1946, bajarían a 30 en 1950, 14 en 1952 y solo 12 en 1955.


Hasta que el turno le llegó al propio Balbín. Un fiscal lo acusaba de ser responsable de once casos de desacatos contra la figura presidencial y de su esposa. Pedía un año de cárcel por cada caso, que el juez bajó a cinco. El miércoles 29 de septiembre, en la última sesión de 1949, el oficialismo forzó el tratamiento de su desafuero. "No me detendré, señor presidente, en la puerta de mi casa a ver pasar el cadáver de nadie; pero tenga la seguridad que estaré sentado en la vereda de mi casa viendo pasar los funerales de la dictadura para bien del país y honor de la República y de América. Si con irme de aquí pago el precio de uno de los tantos de mi partido; si este es el precio de haber presidido este bloque magnífico que es la reserva moral del país, han cobrado barato; fusilándome, todavía no estarían a mano".


Balbín Preso

A las 15:30, dejó de ser diputado. No le quedó alternativa que escapar y esconderse. Inútiles fueron los intentos de las autoridades de dar con su paradero, hasta que el coronel Filomeno Velazco, jefe de la Policía Federal, quien conocía al líder radical, dijo: "No lo busquen más, Balbín irá a votar. Lo agarramos ahí".

El 11 de marzo de 1950 se celebraron elecciones a gobernador. Balbín era el candidato junto a Héctor Noblía. A la salida del cuarto oscuro, en una mesa ubicada sobre la calle 14 del Palacio de Tribunales platense, Balbín fue detenido. Como el primer proceso de desacato se había abierto en Santa Fe, fue trasladado a esa ciudad con inusitada bambolla en camión celular, escoltado por una ambulancia y un camión de bomberos que hicieron sonar sus sirenas durante todo el trayecto. En la cárcel santafesina, no fue muy bien tratado.

Al tiempo, fue trasladado al pabellón de presos peligrosos del Penal de Olmos. Los internos lo trataban respetuosamente de "doctor"; no le permitían limpiar su celda ni arreglar su cama. El jefe de Depósitos, Orlando Sarlo, le armó una pequeña oficina en un galpón de la cárcel, donde escribía para el diario radical Adelante. Hay unas fotografías suyas preso, que fueron tomadas por Miguel Szelagouski, quien sería intendente de La Plata durante el gobierno de Illia, con una Kodak que los guardia cárceles la confundieron con un paquete de cigarrillos.

Lo defendieron Arturo Frondizi y Emir Mercader. Cada día que pasaba, se abría una mesa de apoyo por su libertad en algún lugar del país. Los malpensados aseguran que Perón había metido preso a Balbín para opacar a la figura de Frondizi, a quien consideraba el verdadero competidor. Perón indultó a Balbín luego de once meses; el radical rechazó el indulto pero, de todas maneras, quedó en libertad el 2 de enero de 1951.

Se comprometió en una lucha sin cuartel contra el gobierno, el que se radicalizó más, especialmente después de la muerte de Eva Perón. En las elecciones de 1952 fue nuevamente candidato a presidente junto a Frondizi. Cuando cayó Perón, se comprometió demasiado con el gobierno de la Revolución Libertadora, y el nuevo gobierno contó con algunos funcionarios radicales.

Sintió como un puñal en el alma la división del radicalismo en 1956. Nunca le perdonó a Frondizi su ambición de poder y demoraría décadas en volver a hablarle. Este, al ver que el alto porcentaje de los votos en blanco en la elección de constituyentes, no lo dudó y le propuso a Perón un pacto. Con votos peronistas, Frondizi fue el presidente y su viejo compañero Balbín, acompañado por Santiago del Castillo, quedó relegado. Sufrió mucho esa derrota.

Desde el 23 de agosto de 1956 hasta su muerte fue el presidente del radicalismo. Se opuso a muchas de las medidas de Frondizi y aún es un misterio por qué no fue candidato en 1963. Prefirió quedar al margen y la fórmula quedó integrada por Illia y Carlos Perette. Algunos periodistas sostienen que entonces dijo que sus mayores alegrías habían sido la caída de Perón, el triunfo en la Constituyente de 1957 y la elección de Illia en 1963.

Fueron tres años en los que Balbín acudía a la residencia de Olivos pidiéndole más acción al médico de Cruz del Eje. Este, llevaba una lucha sin cuartel por la anulación de los contratos petroleros, enfrentaba a los laboratorios por las patentes medicinales y hacía frente a los impiadosos planes de lucha de los sindicalistas. Mientras tanto, el periodismo se ocupaba de ridiculizarlo, y no movía nada para impedirlo. Illia, en su visita a la Alemania nazi y a la Italia fascista en la década del 30, había quedado impactado por cómo se manipulaban los medios de comunicación, y no quiso caer lo mismo. Balbín era de la opinión que debía ejercerse algún tipo de control.


Al día siguiente del golpe del 28 de junio de 1966, a Balbín se le escuchó decir: "No más antiperonismo". Supo que sin un acuerdo con el peronismo no se llegaría a una estabilidad duradera. Y comenzaría a escribir otra historia.

Tras el derrocamiento de Illia por el golpe del general Juan Carlos Onganía, el 28 de junio de 1966, Balbín comienza a abandonar lentamente su tradicional antiperonismo y a acercarse a algunos sectores partidarios y sindicales para organizar un frente cívico opositor a la dictadura.


En 1970, la UCR, el justicialismo, el conservadurismo popular, los socialistas y otras fuerzas políticas lanzan un documento titulado: Sin solución política es impensable una solución económica, que lleva las firmas de, Horacio Thedy y Jorge Paladino, delegado personal de Perón. Nacía así la «Hora del pueblo», una agrupación multipartidaria que se proponía la recuperación de las instituciones democráticas.

En 1971, el presidente de facto, general Alejandro Agustín Lanusse, convoca a elecciones nacionales sin proscripciones. El radicalismo elige en 1972 su candidato a presidente en elecciones internas. Ricardo Balbín derrota a Raúl Alfonsín e integra la fórmula presidencial junto a Eduardo Gamond.

El 17 de noviembre de 1972, Perón regresa al país tras 17 años de exilio. A poco de llegar, expresa su voluntad de encontrarse con Balbín. El encuentro se concreta y los líderes de las dos fuerzas políticas mayoritarias se prometen apoyo mutuo.

El líder radical cierra su campaña electoral con una frase en la que reconocía sus escasas posibilidades de triunfar frente a la avalancha peronista: «El que gana gobierna y el que pierde ayuda».

El 11 de marzo de 1973, la fórmula peronista, Héctor Cámpora-Vicente Solano Lima, se impone cómodamente por casi el 50 % de los votos.

La renuncia de Cámpora a mediados de julio abrió el camino a Perón para presentarse finalmente como candidato a presidente por tercera vez. Sectores radicales y peronistas sugirieron el binomio Perón-Balbín, como la fórmula de la unidad nacional. Pero la presión de los aparatos partidarios tanto del peronismo como del radicalismo hizo que la idea no se concretara.

Los viejos adversarios vuelven a enfrentarse. Esta vez, Balbín completa su fórmula con un joven dirigente radical, Fernando de la Rúa. En las elecciones del 23 de septiembre de 1973, el triunfo peronista es aplastante. Perón se impone con el 61 % de los votos frente al 21 % de la UCR.

Pancarta en Colón e Independencia (Fotos de Familia)

En octubre de 1973, Perón y su esposa, Isabel Martínez, asumen el gobierno. El nuevo mandatario se distancia notablemente de los sectores de la izquierda peronista, lo que agrava el conflicto interno en el movimiento. Crece notablemente la influencia de su secretario privado y ministro de Bienestar Social, José López Rega, y de los sectores de la ultraderecha vinculados a él. La situación económica se complica por la crisis mundial del petróleo y el pacto social, una tregua en los aumentos de precios y salarios firmada por la CGT y la CGE durante el mandato de Cámpora, comienza a hacer agua.

En medio de este sombrío panorama, el 1º de julio de 1974, moría Perón. Los partidos opositores acuerdan que sea Ricardo Balbín quien pronuncie el discurso de despedida del viejo líder peronista. Dijo en esa ocasión: «No sería leal si no dijera que vengo en nombre de mis viejas luchas, que por haber sido sinceras y evidentes, permitieron en estos últimos tiempos la comprensión final, y por haber sido leal a la causa de la vieja lucha, fui recibido con confianza en la escena oficial que presidía el presidente muerto». Concluyó diciendo: «Este viejo adversario despide a un amigo».

Tras la muerte de Perón, el ambiente político, económico y social se complica aún más y la presidenta Isabel Perón demuestra día a día que no está preparada para semejante responsabilidad. A mediados de 1975, la crisis económica estalla con el Rodrigazo, un brutal plan de ajuste impuesto por el ministro de economía Celestino Rodrigo, puesto en su cargo por López Rega. El conflicto social se generaliza y los gremios concretan la primera huelga general contra un gobierno peronista.

En este contexto, el radicalismo propone a través de Balbín conformar un gobierno de unidad nacional. La propuesta es rechazada por el justicialismo y se incrementa el clima golpista.

A mediados de marzo de 1976, y frente a la gravedad de las circunstancias, Ricardo Balbín, como líder de la oposición, se dirige al país por la cadena nacional de radio y televisión: «Algunos suponen que yo he venido a dar soluciones y no las tengo. Pero la hay. La unión de los argentinos para el futuro de los argentinos». Y parafraseando a Almafuerte concluyó: «Todos los incurables tienen cura cinco minutos antes de la muerte«.

Tras el golpe militar de marzo de 1976, el radicalismo decidió buscar apoyo internacional. En mayo de ese año Balbín asiste en Caracas a la reunión de la Internacional Socialista y se pronuncia contra la violencia guerrillera y por la vuelta de la democracia a la Argentina.

La actitud de Balbín frente a la dictadura fue de tácita adhesión. Llegó a decir que Videla era el general de la democracia. Cuando la presidenta de las Madres de Plaza de Mayo le reprochó en 1977 su nulo compromiso para esclarecer el destino de los desaparecidos le contestó: «Usted ocúpese de los muertos, que a mí me duelen, pero yo me ocupo de los vivos para que no mueran».

En 1980, produjeron un profundo rechazo entre los familiares de desaparecidos sus declaraciones a un diario español en las que señalaba: «Creo que no hay desaparecidos, creo que están muertos, aunque no he visto el certificado de defunción de ninguno». El informe de la CONADEP demostrará años más tarde que hubo desaparecidos con vida en los más de 400 campos de concentración hasta mediados de 1982.

En 1981, el reemplazo de Videla por Eduardo Viola, abrió un muy pequeño espacio político. El nuevo presidente inició una ronda de conversaciones con referentes partidarios. Balbín, junto a dirigentes políticos del radicalismo, el desarrollismo y la intransigencia, impulsa la creación de la «Multipartidaria», una especie de versión aggiornada de la Hora del Pueblo.

Pero la salud le jugará una mala pasada y no alcanzará a ver funcionando a pleno a ese nuevo ámbito democrático. A fines de agosto, es internado en una clínica de La Plata por complicaciones cardíacas y respiratorias. A los pocos días pasa a terapia intensiva y el 9 de septiembre de 1981, a los 77 años, moría Ricardo Balbín. Su entierro fue multitudinario y se constituyó en un lugar de encuentro de los partidarios de la democracia que cantaban al unísono: «se va a acabar la dictadura militar» y de los jóvenes radicales que acompañaban el cortejo fúnebre coreando una nueva versión de la marcha radical: «Adelante radicales, adelante sin cesar, no queremos dictaduras, ni gobierno militar». #AntesDeSerCalle



Fuentes // Bibliografía : Ricardo Balbin Biografía Documentada (Ricardo Soler-Raúl Pistorio) // Fotos de Familias Diario La Capital // Recortes periodísticos // El Historiador

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