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Foto del escritorAntes de ser Calle

Miguel Soler: Un ejemplo de cómo las clases dominantes silencian a figuras de nuestra historia

Actualizado: 4 may 2022

En los barrios Punta Mogotes, Colinas de Peralta Ramos, Termas Huinco, Cerrito y San Salvador, El Progreso, Fortunato de la Plaza, Bosque Grande, Don Emilio, General Belgrano y Autódromo se localiza la calle “Soler”, que en realidad es Miguel Estanislao Soler. Desde el primer barrio al Este hasta el último la numeración va desde el 1950 (Av. De los Trabajadores) hasta el 12.400.


¿Pero quién fue este hombre que solo es conocido por su apellido en la mayoría de los nomencladores de las calles de la ciudad? Miguel Estanislao Soler fue un militar y diplomático que nació el 7 de mayo de 1783.


Algunos contemporáneos le achacan un furibundo porteñismo y un carácter irascible, así como una tendencia a proceder inorgánicamente, criticable especialmente en un hombre de armas. Pero, aun admitiendo estas falencias, queda en su haber la participación en la rendición de Montevideo, en 1814, el rol jugado en la campaña libertadora sanmartiniana, así como la posterior actuación en la guerra contra el Brasil.


Un poco más sobre Soler


Asistió a la defensa de la ciudad de Buenos Aires cuando se producen las invasiones inglesas y después, adhirió a la Revolución de Mayo. Luego, participó en el sitio y toma de Montevideo, en 1814. Y más tarde, pasó a desempeñarse en el Ejército de San Martín.

En 1817, al frente de una de las avanzadas del Ejército Libertador, derrota a las tropas realistas en Las Coimas y luego cumple un papel relevante en la batalla de Chacabuco, recibiendo juicios elogiosos de parte del General San Martín. Sin embargo, su carácter prepotente y altanero, reacio a la disciplina, le trae dificultades en la relación tanto con los chilenos como también con jefes del propio ejército libertador, por lo que San Martín opta por devolverlo a Buenos Aires.

En el año veinte, logra granjearse las simpatías de los sectores populares y aparece siendo designado gobernador por el Cabildo de Luján, en aquel famoso 20 de junio, de los tres gobernadores. Luego, se exilia voluntariamente en Colonia, pero al pretender regresar, el gobernador Martín Rodríguez, que gobierna bajo el influjo de Rivadavia y García, no lo autoriza.

Pocos años después, en 1826, actúa brillantemente en la guerra contra Brasil, destacándose en la batalla de Ituzaingó. Dorrego lo nombra luego en misión diplomática pero Lavalle, después de insurreccionarse y fusilar a Dorrego, decide anular la designación.

Más tarde, viaja a la Banda Oriental y se pone a las órdenes de Oribe hasta 1839, en que resulta reincorporado al Ejército de la Confederación, por decisión de Rosas. Desde ese momento, hasta su muerte colabora con el Restaurador de las Leyes.

Fallece el 23 de setiembre de 1849. La opinión sobre Soler de la gente de su época.


Un hombre que recibió críticas hasta entrado el siglo 20


Hay varias críticas que recibió en su vida y después de ella. Jorge Luis Borges acostumbraba a presumir de sus antepasados. Un día recordaba al Coronel Isidoro Suárez, otro día al comandante Francisco Borges y a veces, se remontaba hasta Don Juan de Garay y Domingo Martínez de Irala. Por eso, resulta interesante la siguiente anécdota, para conocer de qué modo la llamada clase alta prestigia o silencia a figuras de nuestra historia.

“Un día –recuerda Borges- cuando yo era niño, estaba volviendo las páginas de un libro de historia ilustrado con retratos. Mi madre me señaló uno y me dijo: ¿Ves éste? Es tu tío bisabuelo, el general Miguel Estanislao Soler. Pero, ¿cómo es que nunca he oído hablar de él?, pregunté. Y mi madre contestó: -Porque, al final, fue un sinvergüenza que se quedó con Rosas”.


Esta circunstancia –“quedarse con Rosas”- resulta suficiente, para la óptica liberal, para que “nunca se oiga hablar” de una figura de nuestro pasado. Sucesos de importancia suficiente como para que una matrona de abolengo, como la mamá de Borges, le “disculpara”, en todo caso, su adhesión a Rosas. Sin embargo, parecen haber existido otros “defectos” de Soler que provocaban la antipatía de la clase dominante. Por ejemplo, el general Nicolás de Vedia –suegro de Bartolomé Mitre, por haberse éste casado con su hija Delfina- sostiene que siendo “hijo de una familia distinguida, Soler no tuvo jamás la menor aplicación… siempre conocido por sus vicios… Estaba todos los días en las pulperías, mezclado con la gente más soez hasta que el virrey le hiciera portabandera de un cuerpo de negros que se levantó en tiempos de Liniers”. Como se comprende, esto de que un hijo de familia distinguida se ponga al frente de un escuadrón de negros no puede otorgar ningún certificado de buena conducta. Por otra parte, parece que años después continuó con esas malas costumbres. Así, señala de Vedia, con respecto al sitio de Montevideo que, en tiempos en que lo comandaba Rondeau, Soler, a cargo de la vanguardia, “fue sorprendido y su cuerpo puesto en completa dispersión: él salió del lecho de su amiga en camisa y calzoncillos… y solo por la intervención de Rondeau se consiguió que el regimiento se rehiciera y Soler se pusiese a su cabeza”. Pero hay algo más grave aún: “Rondeau mando que Soler formase en columna con sus 500 morenos… y al pasar frente al número 6, como viese a Soler vestido de soldado y con un fusil, le dijo: Señor coronel, ¿qué traje es ése? Soler le respondió que iba de ese modo para entusiasmar a su tropa. Pero Rondeau le replicó: Un jefe nunca está mejor un día de batalla que con las insignias de su grado… Pero, ¿qué podía esperarse de un hombre tan inmoral que hasta llegaba a introducir en su casa a los hijos que tenía en otra?”


Sin embargo, el mejor Borges, el de las milongas, le reconoce un rol épico:

El sufrido regimiento que llevó el número seis Y del que dijo Ascasubi Más bravo que gallo inglés… Y así fue que en la otra banda esa morenada, al grito de Soler, atropelló en la carga del Cerrito.

Asimismo, parece que Soler, cuando no andaba rodeado de negros, se rodeaba de compadres, pues el mismo Borges, también el mejor Borges –que firmaba con seudónimo Manuel Pinedo para que no se le enojaran ni la mamá, ni Victoria Ocampo- lo caracteriza como jefe del arrabal, en su poema dedicado al Compadre:


Hombre de las orillas: perdurable estaba en el principio y será el último. Oscuro y lateral, vivió sus días se llamó Isidro, Nicanor, Amalio… En los días pretéritos fue el hombre de Soler, de Dorrego, de Balcarce, de Rosas y de Alem, fue siempre el hombre… Las albas que desolan y denigran lo verán acechar, sexo y cuchillo.

El general de Vedia, haciendo un guiño a su yerno, agrega que en Montevideo, “Soler vivía lo más del día en los cafés, haciendo relación de sus proezas entre los seres más abyectos, murmurando de los unitarios y haciendo elogios del malvado Rosas”.

Como se comprende, la clase dominante no puede reivindicar a gente de esta clase. Nosotros sí #AntesDeSerCalle


Bibliografía: Los Malditos Tomo II – Norberto Gallasso – Ediciones Mares de Plaza de Mayo // Pensamiento Discepoleano “Hombres que la Historia prefiere olvidar”

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