Hay dos calles Alvear en Mar del Plata; una en el sector central (de Río Negro a Juan B. Justo) y otra en el bloque de calles del sector sur (de Juan B. Justo a Mario Bravo). Hoy nos vamos a ocupar del nieto de éste último, que le hace tributo a Máximo Marcelo Torcuato de Alvear, o simplemente Marcelo T. de Alvear como es conocida popularmente.
La calle que recuerda a este presidente argentino nace en la avenida Juan B. Justo como continuación de Güemes. A lo largo de su recorrido pasa por los barrios Puerto, Villa Lourdes, Cerrito y San Salvador, Cerrito Sur, donde concluye al llegar a la intersección de Güiraldes.
La figura de Alvear está íntimamente relacionada con la ciudad de Mar del Plata.
Marcelo T. de Alvear nació en Buenos Aires el 4 de octubre de 1868. Nieto del general Carlos María de Alvear (la otra calle Alvear), director supremo de las Provincias Unidas, e hijo de Torcuato de Alvear, quien realizó grandes obras y mejoras edilicias en la ciudad desde su cargo de intendente de Buenos Aires, desde su adolescencia tuvo vocación política y fue uno de los primeros adeptos de la renovación del sistema político, en la línea proyectada por Leandro N. Alem.
Llegó a ser presidente de la República entre 1922 y 1928. Hombre culto y muy inteligente, estudió derecho en Buenos Aires, graduándose en 1891, y completó sus estudios en Europa. Fue amigo de Hipólito Yrigoyen y, por afinidad de ideas, había estado ligado a él desde poco antes de la Revolución del Parque en 1890. Alvear tenía su propia personalidad, sus gustos y un carácter opuesto en muchos aspectos; uno era introvertido y el otro totalmente comunicativo, con una visión más amplia de los problemas y una mente más variada, con grandes inquietudes intelectuales y políticas.
Participó en la Revolución del Parque y fue uno de los firmantes del manifiesto del 2 de junio de 1891, que fundó la Unión Cívica Radical. Junto con Alem, Martín Torino, Víctor Molina y otros, estuvo encarcelado en la corbeta La Argentina. Formó parte del comité organizador de la revolución radical de 1893; triunfante el movimiento en la provincia de Buenos Aires y habiendo renunciado el gobernador Julio A. Costa, se constituyó un gobierno provisional encabezado por Juan Carlos Belgrano, y Alvear fue designado ministro de Obras Públicas del gabinete.
Hombre de gran fortuna, viajó mucho por Europa y contrajo matrimonio en Lisboa, en 1906, con la gran cantante lírica Regina Paccini. Pero sus viajes no le impedían estar al tanto de los acontecimientos del país. Con la ley Sáenz Peña que estableció el voto secreto y obligatorio, Alvear fue elegido diputado por la capital en 1912; renovada la Cámara, fue electo por la provincia de Buenos Aires.
Diputado muy laborioso, presentó al Congreso varios proyectos, entre otros unas modificaciones sobre la organización del ejército y uno relativo a los empleados civiles del estado, que tendía a fundar los ascensos en el escalafón jerárquico por concurso y antecedentes. Participó en los debates sobre la construcción de las "casas baratas", sobre accidentes de trabajo, etcétera, e integró la delegación argentina a la asamblea de la Sociedad de Naciones que presidía el ministro de Relaciones Exteriores, Honorio Pueyrredón.
En 1922 finalizaba el mandato presidencial de Hipólito Yrigoyen. En Argentina, la Constitución impedía la reelección presidencial, de modo que Yrigoyen debía buscar un sucesor, y esperar los seis años que gobernaría éste para poder presentarse nuevamente como candidato. Inesperadamente, Yrigoyen propuso a Marcelo de Alvear. La propuesta resultó sorprendente, porque Alvear no pertenecía a los círculos yrigoyenistas, estaba vinculado al sector del patriciado radical y era considerado por la élite como uno de los suyos.
Pero la decisión, como es obvio, no había sido arbitraria. Alvear, alejado de la conducción directa del partido, dado que por entonces se desempeñaba como embajador en Francia, debía necesariamente mantenerse fiel al líder que lo había elegido. Por otra parte tendría a su lado, como vicepresidente, a Elpidio González, un yrigoyenista histórico. La designación de Alvear puede interpretarse además como un intento de acercamiento al grupo patricio nacido de la revolución de 1890, y que condujo, con Alem, a la escisión que dio lugar al nacimiento de la UCR. Es posible que Yrigoyen y los hombres cercanos a él buscaran con este gesto aliviar las tensiones de los sectores agroexportadores que no eran hostiles al radicalismo; ello habría permitido un reagrupamiento de fuerzas en las filas partidarias.
Aunque tanto Yrigoyen como Alvear eran radicales y habían luchado juntos en las duras batallas políticas desde finales del siglo XIX, eran también personalidades muy diferentes. La posteridad, de hecho, ha recogido imágenes más bien opuestas de ambos. A Yrigoyen se lo ve como una especie de dios Jano con dos caras: para unos fue el artífice del fin de un régimen "falaz y descreído", según él definía a los gobiernos de la oligarquía; para otros, fue un caudillo ignorante y demagogo, ejemplo de los peores vicios de la democracia. A Alvear, en cambio, se lo suele ver como uno los grandes presidentes del viejo régimen, y su política se considera asimilable con los vicios y las virtudes de aquél. En cualquier caso, ambos se enfrentaron a parecidos problemas, derivados de su intención de poner en pie y consolidar las instituciones democráticas, y de conducir por los nuevos canales del voto universal la representación, la negociación de intereses y las demandas de reforma de la sociedad que el radicalismo había asumido como bandera.
A Yrigoyen le resultó fácil imponer su candidatura y el electorado, por apego al caudillo, le aseguró el triunfo. Las elecciones se realizaron en abril de 1922; la candidatura de Alvear se impuso por un amplio margen, obteniendo el 40 por ciento de los votos emitidos. El radicalismo ganó en todas las provincias a excepción de San Juan y Mendoza, donde los partidarios de dos disidentes, Cantón y Lencinas respectivamente, representaban movimientos de fuerte arraigo local. En julio del mismo año el Congreso verificó el escrutinio definitivo. Quedó así consagrada la fórmula Alvear-González.
Alvear, que se hallaba en París, fue agasajado por casi todos los gobiernos de Europa al difundirse la noticia de su elección a la presidencia. El 11 de junio el rey de Italia, Víctor Manuel, lo recibió y abrazó en signo de confraternidad; otro tanto hicieron el rey británico Jorge V y el español Alfonso XIII. De regreso al país, recibió el homenaje de los gobiernos de Brasil y de Uruguay. El 14 de agosto llegó a Buenos Aires y el 12 de octubre de 1922 asumió el mando. En sesión solemne del Congreso, el presidente Yrigoyen depositó los símbolos del poder y Alvear prestó juramento.
De ideología democrática y liberal, Marcelo T. de Alvear gobernó con prudencia, pero sin halagar a las masas, pues repudiaba por temperamento la demagogia y el personalismo. Procuró mantener los principios fundamentales del orden constitucional y trató de establecer una administración eficaz y honrada. De los ministros designados por Alvear, sólo el doctor Eufrasio Loza, ministro de Obras Públicas, era hombre de confianza de Yrigoyen. Los demás habían mostrado disidencias con el "personalismo". El gabinete se completó con Nicolás Matienzo (Interior), Ángel Gallardo (Relaciones Exteriores y Culto), Celestino J. Marcó (Justicia e Instrucción Pública), Tomás Le Bretón (Agricultura), el coronel Agustín P. Justo (Guerra) y el almirante Manuel Domecq García (Marina). A lo largo del período presidencial hubo renuncias que fueron cubiertas también por hombres que no aceptaban el "personalismo". Sólo Gallardo, Domecq García y Justo permanecieron todo el período presidencial.
La composición del gabinete reflejaba así la presencia mayoritaria del ala patricia del partido, lo que no dejó de provocar protestas entre los militantes de clase media. Estas designaciones y esas protestas no eran casuales. Los grupos aristocráticos impusieron dos condiciones para cooperar con Alvear: que no se produjeran intervenciones federales en las provincias y que el gasto público estuviera estrictamente controlado por el Congreso. Esta última exigencia implicaba el abandono por parte de Alvear de las prácticas que habían sido moneda corriente durante la presidencia de Yrigoyen, sobre todo la del aumento del gasto público por decreto para financiar el otorgamiento de cargos públicos. Una exigencia que, por otra parte, se hacía más acuciante que nunca, ya que en 1921 (es decir, poco antes de abandonar el poder) había incrementado aún más el presupuesto para cubrir el gasto público.
Alvear lideró un gobierno de orden y progreso; fue un gobernante prudente que no se inclinó al caudillismo. Su subida al poder coincidió con el término de la crisis mundial de posguerra; esto le permitió mejorar la economía y las finanzas, debido al aumento del comercio exterior. Las materias primas fueron bien vendidas en los mercados europeos, lo mismo que las buenas cosechas obtenidas. Los capitales extranjeros realizaban inversiones en el país y llegó un buen número de inmigrantes, lo cual produjo el acrecentamiento de la riqueza y la valorización de la moneda.
Bajo el impulso de su gobierno se sancionaron algunas leyes de previsión social (jubilaciones de bancarios y maestros), se reglamentó el trabajo de las mujeres y de los menores, se estableció el pago de los salarios en moneda nacional, entre otras. Se creó la Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, a cuyo cargo fue puesto el ingeniero Enrique Mosconi. El coronel Agustín P. Justo, ministro de Guerra, renovó el antiguo material bélico y dispuso establecer la primera fábrica de aviones en Córdoba; se modernizó con nuevas unidades la flota de guerra y se instaló la base de submarinos en Mar del Plata. Murió el 23 de marzo de 1942. #AntesDeSerCalle
Fuente: Historia De Los Presidentes Argentinos // Archivos periodísticos // Archivo General de la Nación -
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