"La madre de la patria", así la llamaron a María Remedios del Valle, una argentina de origen africano que nació en 1766 en la capital del Virreinato del Río de la Plata. No fue ama de casa, ni periodista, ni esposa de un político. Su vocación de servicio la llevó a realizar trabajos de enfermería para auxiliar a quienes defendieron la ciudad porteña durante la segunda invasión inglesa, en 1807. Sin embargo, su espíritu patriótico la hizo ir más allá, incluso, para tomar las armas. Así lo hizo. Estuvo enlistada en distintas batallas como la de Tucumán, Salta y Ayohúma. Su marido y dos hijos no sobrevivieron a las guerras, mientras que ella continuó atendiendo a los heridos y arriesgando la vida por su tierra.
La calle que le hace honor en la ciudad se encuentra en la zona sur del Partido de General Pueyrredon. Su numeración va del 100 (avenida – paseo Presidente Umberto Illia) al 3999 (Florencio Martínez de Hoz al 6600) y, con interrupciones en su traza, forma parte de los barrios San Jacinto, Santa Rosa de Peralta Ramos, Monte Terrabusi y Parque Hermoso.
Fue Manuel Belgrano quien, deslumbrado por su compromiso, disciplina y lealtad, la nombró capitana de su ejército. Entre sus hazañas, se destacó por su gran fortaleza. Se sabe que fue herida de bala, hecha prisionera por los españoles y sometida como escarmiento a nueve días de azotes públicos que le dejaron cicatrices para el resto de su vida. Pero pudo escapar e incorporarse a las fuerzas de Güemes y Juan Antonio Álvarez de Arenales, para otra vez cumplir una doble función, la de combatiente y enfermera. Cuando cumplió 60 años, ya terminada la guerra, María Remedios del Valle volvió a Buenos Aires para convertirse en mendiga. Y así murió nuestra madre de la patria, vendiendo pasteles, tortas fritas y recogiendo sobras en los conventos.
Pero su suerte cambiaría de nuevo, a mediados de la década de 1820, cuando el general Juan José Viamonte la reconoció pidiendo limosna en las calles de la Ciudad de Buenos Aires, ya hundida en una extrema pobreza. Una vez elegido diputado, solicitó ante la Sala de Representantes que se le otorgase una pensión por los servicios prestados a la patria. Así se le reconoció un sueldo correspondiente al grado de Capitán de Infantería, de 30 pesos, que se le abonaría recién el 15 de marzo de 1827, tras 7 años de insistencia legislativa.
Sin embargo, pasaron casi doscientos años hasta que en octubre de 2010, durante la sesión de homenaje al Bicentenario, las diputadas Paula Merchan y Victoria Donda presentaron un proyecto en el Congreso Nacional para levantar un monumento en su honor.
Las raíces afroargentinas forman parte de nuestra historia y presente. Es por eso que el objetivo principal del 8 de noviembre es reconocer el componente afro en la cultura nacional, a través de estrategias para impulsar la participación de los afrodescendientes y africanos en todos los aspectos de la vida sociocultural.
Carlos Lamadrid, secretario de la Asociación de Afroargentinos Misibamba -entidad que nuclea a afroargentinos del tronco colonial-, considera muy importante conmemorar este día “porque es reconocer dentro de la historia argentina, un día especial dedicado a aquellos que trajeron esclavizados, y sin embargo, se identificaron con este país y lucharon por su independencia”.
La única mujer al frente de la batalla
“Madre de la Patria” es el apodo que le valió el coraje y la entrega absoluta de María Remedios del Valle, una afrodescendiente nacida en Buenos Aires entre 1766 y 1767, que participó activamente en la Guerra de la Independencia Argentina.
Formaba parte las “Las Niñas de Ayohúma”, un grupo de mujeres que acompañaba al ejército y colaboraba en diversas tareas; entre ellas se encontraba María Remedios del Valle, la única mujer a quien el general Manuel Belgrano le permitía permanecer en el frente de batalla.
Además de la batalla de Ayohúma, participó en las de Vilcapugio y Tucumán, así como también del Éxodo jujeño. Perdió a su marido y a sus dos hijos en combate y en los diferentes combates recibió incontables heridas en su cuerpo. En 1813 fue tomada prisionera por los españoles, quienes la azotaron por varios días por haber ayudado a huir a oficiales patriotas en el campo de prisioneros.
Lamadrid, séptima generación de descendiente de africanos, la define como “una heroína que demostró su valía como mujer luchadora, como mujer defensora de la libertad de este país y como gran compañera consustanciada con el resto de los soldados”.
Una vez terminada la guerra y ya anciana, regresó a la ciudad de Buenos Aires donde se encontró con la indigencia. El escritor Carlos Ibarguren afirma que vivía en un rancho en la zona de quintas en las afueras de la ciudad, y frecuentaba los atrios de las iglesias de San Francisco, Santo Domingo y San Ignacio, así como la Plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo) ofreciendo pasteles y tortas fritas, o mendigando, lo que junto a las sobras que recibía de los conventos, le permitía sobrevivir.
Su suerte cambió a mediados de la década de 1820, cuando el general Juan José Viamonte la reconoció pidiendo limosna en las calles de la Ciudad de Buenos Aires, ya hundida en una extrema pobreza. Una vez elegido diputado, solicitó ante la Sala de Representantes que se le otorgase a María Remedios una pensión por los servicios prestados a la patria: le reconocieron un sueldo correspondiente al grado de Capitán de Infantería, así como también redactaron su biografía y erigieron un monumento en su honor.
Más tarde fue ascendida a sargenta mayor de caballería y a comienzos de 1830, fue incluida en la Plana Mayor del Cuerpo de Inválidos con el sueldo íntegro de su clase. El reciente gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, fue quien decretó su jerarquía de sargento mayor. Le aumentó su pensión de 30 pesos, y en gratitud hacia quien la sacó de la miseria, cambió su nombre a Remedios Rosas.
Murió el 8 de noviembre de 1847 sin haber recibido en vida el reconocimiento por su colaboración en la Guerra de la Independencia argentina. En la actualidad, por iniciativa de Octavio Sergio Pico ―presidente del Consejo Nacional de Educación durante el gobierno de Agustín Pedro Justo―, una calle de la ciudad de Buenos Aires lleva su nombre, como también una escuela del gran Buenos Aires: “Capitana María Remedios del Valle” en su honor.
Celebrar y conmemorar la cultura afro
El 8 de noviembre promueve la inclusión y el respeto, e interpela a la sociedad a través de acciones culturales que transmiten las raíces históricas afroargentinas. Carlos Lamadrid manifiesta que no solo han aportado soldados, sino también escritores, músicos, poetas, escritores, periodistas y pintores. Y agrega que “este día es una contribución a todo lo que nos ha ocurrido dentro de la historia argentina: nuestros mayores han sido traídos como herramientas de trabajo sin reconocerle su cultura, su linaje y su religión. Hemos sufrido discriminación, xenofobia y racismo desde antes de que la Argentina sea Argentina. Entonces, tenemos una deuda histórica, reclamamos que sean incluidas en la currícula escolar, las páginas que han escrito esos argentinos descendientes de esclavizados, esos africanos que han venido al país y se consustanciaron con la historia argentina y que forman parte de la libertad que hoy todos disfrutamos”.
La ley
Se trata de la Ley Nro. 26.852. Es el primer reconocimiento legislativo de carácter nacional hacia los afrodescendientes. La sanción se da en el marco del reconocimiento a la comunidad afroargentina y a la cultura afro, como un modo de lucha contra la estigmatización y el racismo. Un hito histórico en el camino de la visibilidad de los aportes de la comunidad afro en la construcción de la Argentina. #AntesDeSerCalle
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