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Ángel Honorio Roffo: un investigador del cáncer con reconocimiento mundial

Nació en Buenos Aires el 30 de diciembre de 1881. Era hijo de Juan Roffo y Antonia Gozzo.

La ordenanza 1712 que fue sancionada en julio de 1961 impuso el nombre Ángel Honorio Roffo a la calle nace como continuación, a partir de Río Negro, de calle Tierra del Fuego. Su numeración se extiende hasta el 2600 (5700 de Chapereau) pasando por los barrios Los Pinares, Estrada y Zacagnini.


Sus primeros años


Desde la primera infancia demostró viva inclinación por la investigación. En el transcurso de los estudios secundarios, sus cualidades sobresalientes le valieron el estímulo de profesores y condiscípulos. En este período figuró en el cuadro de honor como el mejor alumno.

Ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires en el año 1902. Junto a profesores de la talla de Horacio Piñero, Atanasio Quiroga y Juan B. Señorans, formó su conciencia científica. Con el profesor Telémaco Susini inició el estudio de la etiología y patogenia de los tumores malignos. En 1905, publica en la Revista de la Universidad de Buenos Aires: “Las nuevas ideas sobre la célula nerviosa”. En 1903, ya era ayudante del Instituto de Anatomía Patológica; en el mismo instituto fue luego, preparador de química. En la misma época desempeñaba el cargo de preceptor y ayudante de laboratorio en el Hospital Español.

El 10 de enero de 1910 presentó su tesis: “El cáncer, contribución a su estudio”, bajo el padrinazgo del doctor Telémaco Susini, trabajo que mereció diploma de honor y medalla de oro. Da una idea de la trascendencia de este comunicado, el hecho de que la comisión examinadora, compuesta por los profesores Gandolfo, Viñas, Marotta, Salvador y Badía, se dirigieran por escrito al decano de la Facultad, doctor Eliseo Cantón, para señalarle el valor de este trabajo y para que se contribuyese a su publicidad. El Honorable Consejo Directivo, en sesión del 21 de julio de 1910, resolvió costear su impresión. En tal oportunidad se expresó que era la más grande recompensa a que podía aspirar el estudiante que sólo contaba con su tesón y entusiasmo por la investigación. Este fue el primer jalón en una carrera que merece el título de apostolado. Con él se inició en el país una nueva etapa en la lucha contra el cáncer. El mencionado trabajo aún hoy es conceptuado como una obra definitiva por los más eminentes hombres de ciencia del mundo.


Luego desempeñó varios cargos docentes, entre otros, el de jefe de trabajos prácticos de Urología y fue profesor suplente de la cátedra de Anatomía Patológica en el año 1915. Posteriormente se dedicó de lleno a la investigación, a las experimentaciones biológicas y al estudio de la materia celular.

Roffo dando clases en la Facultad de Medicina de la UBA

Sus teorías inéditas sobre la profilaxis de la enfermedad, despertaron el interés general. Viaja a Europa. En distintos congresos científicos celebrados en todas las capitales de aquel continente, se le reconoce como un valor mundial, todos los gobiernos le otorgan distinciones. Roffo era, por entonces, el principal especialista en el estudio y tratamiento de las enfermedades oncológicas de Latinoamérica, y poseí­a una vasta experiencia docente en la Facultad de Medicina de la UBA y en otras universidades del paí­s y del exterior: en el Colegio Carlos Pellegrini, en la Universidad de Santiago de Chile, en la Universidad de San Andrés de La Paz, Bolivia, en el Instituto de Estudios Panamericanos y en la Eastern Research University de Wilmington, Delaware, Estados Unidos.

Fue delegado del gobierno argentino al Quinto Congreso Latino Americano, donde presentó el siguiente trabajo: “Cáncer Experimental”. En 1932 fue nombrado director y profesor honorario del Instituto de Medicina Experimental, dependiente de la Universidad.

Roffo inspeccionando una rata con cáncer

Al comenzar el año 1939, el Comité de la Liga Francesa Contra el Cáncer, le acuerda, por unanimidad, el premio Guy Amerongen, por sus investigaciones sobre la existencia de sustancias cancerígenas en ciertos alimentos. Esta distinción originó una larga serie de adhesiones. El doctor Claudio Regaud, del Instituto del Radium, de París, le dedica entre otros conceptos: “Usted ha honrado a su país; la Argentina puede figurar, gracias a usted, entre las naciones que están a la cabeza en el movimiento de investigaciones dirigidas contra las enfermedades malignas”.

Murió en Buenos Aires, el 23 de julio de 1947. La Academia de Medicina de París le concedió el Prix Barrante. Recibió también la medalla de oro del Congreso Internacional de Higiene en Roma, 1912; el Premio Nacional de Ciencias en 1914 y 1939, el Premio Centenario de la Independencia de la Academia de Medicina, 1916, la medalla de oro de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, el Premio Centenario de la Independencia del Brasil, 1923 y el Premio Bauti de la Universidad de Florencia, 1936, cuyo importe donó a la Liga Italiana para la Lucha contra el Cáncer. #AntesDeSerCalle


Fuente

Instituto de Oncología Angel H. Roffo // Diccionario Histórico Argentino, Buenos Aires (1953-55) Piccirilli, Ricardo, Romay, Francisco L. y Gianello, Leoncio // portal revisionistas.com

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