San Francisco de Asís fue un fraile italiano de los siglos XII y XIII, fundador de la Orden Franciscana y junto a Santa Clara de Asís, la Orden de Hermanas Clarisas.
La calle que lo recuerda se ubica en la zona norte y nace desde calle Mahatma Gandhi hacia el oeste en la parte posterior del Parque Camet. Sirve de frontera entre los barrios Fray Luis Beltrán (Las Dalias) al sur y Parque Camet (Parque Peña)
San Francisco de Asís es sin duda uno de los santos más conocidos de la historia de la Iglesia. Ya en la edad media, su fama se extendió por toda la cristiandad, y su renovación del espíritu cristiano desde la pobreza, el trabajo y la estricta observancia del Evangelio sigue causando controversia al día de hoy.
Nació con el nombre de Giovanni di Pietro Bernardone dei Moriconi, hijo de Pietro Bernardone dei Moriconi, un comerciante de textiles perteneciente a la burguesía de Asís, y de Giovanna Bourlemont, a quien apodaban Pica, perteneciente a una noble familia de Provenza. Giovanni creció en un ambiente cómodo, marcado por el trabajo de su padre y las comodidades del bienestar. Se estima que ocurrió entre 1181 y 1182 en Asís (Umbría-Ducado de Spoleto-Sacro Imperio Romano Germánico)
Desde niño fue apodado “francesito” por su padre, debido a sus aficiones por la lengua de los galos y el canto de los trovadores, muy populares en ese país. El apodo derivaría en Francesco (Francisco) por confusión de la gente. Este joven refinado y ambicioso, no estuvo exento de participar en los conflictos de su época, marcados por las luchas entre güelfos y gibelinos, luchando él del lado gibelino junto a la ciudad de Asís. Si quería ascender a la pequeña nobleza de Asís, tenía que participar en batallas, como cualquier otro noble. La suerte no estuvo de parte de Francisco en la guerra, pues en 1202, durante la batalla del Puente de San Juan fue hecho prisionero y no fue liberado hasta un año después.
El cautiverio significó mucho para Francisco, y no fueron pocas las cosas que reflexionó y decidió cambiar si salía vivo. Su padre Pietro Bernardone pagó el rescate de su hijo, y finalmente volvió a unas tierras de su padre cerca de Asís, donde se recuperaría de una frágil condición y recibiría los cuidados de su madre. En el campo, Francisco meditaba su vida, y crecía en oración, absorbido por la naturaleza y el hecho de estar vivo.
En la noche del 3 al 4 de octubre de 1226 murió san Francisco. Fue un día largo y ajetreado para el pobrecillo de Asís.
Las últimas horas de su existencia terrena las cuenta Enzo Fortunato, periodista y director de la sala de prensa del Sagrado Convento de Asís, en su nuevo libro “Francesco il ribelle” (Mondadori).
Enzo cita la “Vita prima” de Tomás de Celano, escrita entre 1228 y 1229. Francisco pidió ser “enterrado desnudo en la tierra desnuda“: despojado de su túnica de saco, la mano izquierda cubría la herida sobre el flanco derecho para que nadie la viese, igual que los estigmas impresos en su cuerpo desde que los recibió en La Verna en 1224.
Después hizo llamar a Giacoma dei Settesoli y le pidió, antes de que fuera demasiado tarde, que no olvidara traer consigo esas galletas “buenas y perfumadas” que tantas veces le había preparado en Roma: ¡los famosos “mostaccioli”!
Cada 4 de octubre se celebra la fiesta de San Francisco de Asís, uno de los santos más conocidos y queridos de la Iglesia, y cuyo nombre fue tomado en su honor por el cardenal Jorge Mario Bergoglio al ser seleccionado como máxima autoridad de la Iglesia Católica #AntesDeSerCalle