Héctor Roberto Chavero -más conocido como Atahualpa Yupanqui-, es considerado el mayor referente folclórico de nuestro país. Cantautor, poeta y guitarrista, Yupanqui supo reflejar en sus letras y su música, un sentimiento de pertenencia como pocos artistas lograron.
Había nacido un 31 de enero de 1908 en Campo Cruz, localidad de Pergamino, provincia de Buenos Aires.
Su padre, trabajador del Ferrocarril, era santiagueño y hablaba el quechua de la región. Su madre era de origen vasco. El Arriero va, Los ejes de mi carreta, El Alazán, Guitarra dímelo tú son algunas de las más de 1500 letras y que son descripciones del paisaje norteño que supo ver gran parte de su juventud. Aprendió violín con un sacerdote pues era el único que enseñaba música. Más tarde, estudió guitarra con Bautista Almirón en Junín.
En 1917, la familia Chavero cambió el paisaje de la llanura pampeana por los montes tucumanos donde el pequeño Héctor sumó más melodías y paisajes a la inspiración literaria que ya manifestaba. A los 13 años, cuando escribía sus primeros poemas en el periódico escolar, comenzó a firmar como “Atahualpa”, el nombre del último soberano inca, un homenaje a los ancestros paternos. Luego, agregó “Yupanqui”. Atahualpa Yupanqui, “el que vino a narrar desde tierras lejanas”, toda una definición para el juglar criollo que llevó su obra a todo el mundo. Un artista precoz que a los 19 años compuso ese himno que es “Camino del indio”.
Ser nómade
Desde Tucumán se dirigió desde los valles calchaquíes, hacia Jujuy y el sur de Bolivia. Fue maestro, periodista, peón rural, pero por sobre todo, músico. A los 23 años, se casó en Buenos Aires con su prima María Alicia Martínez.
Al poco tiempo se instalaron en Entre Ríos, donde nació Alma Alicia, su primera hija. Eran los tiempos de la Década Infame y como en 1932 participó de un intento de revolución, tuvo que dejar la tierra entrerriana para refugiarse en Montevideo, primero, y en el sur de Brasil, después. En el exilio supo que había nacido su segundo hijo, Atahualpa Roberto.
De regreso en 1934, continuó con su vida sin un lugar fijo. Primero Rosario, después Tucumán, más tarde en Buenos Aires lugar en el que debutó en la radio, otra vez el norte, Santiago del Estero, Salta, Jujuy, La Rioja.
En 1936 nació en Rosario Lila Amancay, su tercera hija. La vida siempre en movimiento que llevaba Héctor reafirmó la separación de la pareja. María y sus tres hijos volvieron a vivir a Junín.
De tanto andar con la guitarra al hombro conoció Cerro Colorado, al norte de la provincia de Córdoba, el que sería su paraíso y en el único lugar en que tuvo una casa propia. Y a comienzos de los años 40 se cruzó en su camino una joven concertista de piano nacida en una remota isla perteneciente a Francia –Saint Pierre et Miquelon-, frente a la costa este de Canadá: Antoinette Paule Pepin Fitzpatrick, Nenette, quien sería su compañera y mano derecha durante casi medio siglo.
Compromiso político
Su posición política (perteneció al Partido Comunista entre el 1947 y el 1952) lo llevó ser perseguido, encarcelado y torturado entre el 1945 y el 1955, incluyendo dos intentos de asesinato. Luego, fue censurado hasta 1983. Fue Edith Piaf quien lo descubrió en París y lo invitaba a cantar a un club donde ella era la figura principal.
Junio de 1950
Uno de los momentos que marcaron la carrera artística de Yupanqui fue cuando conoció a Edith Piaf en un club parisino. Ella lo escuchó deslumbrada y le preguntó: "¿Dónde trabajas?", a lo que Don Ata le respondió: "En ninguna parte, ya me voy, ya me voy a mi país". Algo emocionada, la cantante francesa replicó en voz alta una especie de orden y súplica: "No, París tiene que escucharte. Ven mañana a las 8 al Athenée con tu guitarra. Te mandaré el auto al hotel".
Aquella noche del 6 de junio de 1950 Edith abrió el recital y cantó más de veinte canciones, para luego presentarlo al público: "Les presento a Atahualpa Yupanqui, un músico de mucho talento, a quien dejo cerrar el espectáculo. Quiero que lo escuchen como lo merece".
Al poco tiempo, Yupanqui firmó un contrato con Chant du Monde, y la Academia Charles Cros lo distinguió entre 350 artistas de todo el mundo al otorgarle el Primer Premio al Disco Extranjero. En un año dio más de 60 recitales en toda Francia.
La vuelta del exilio
En la década del '80 y tras la vuelta de la democracia, su popularidad en Argentina creció e hizo varios viajes y conciertos en su tierra natal.
Murió en Nimes, Francia, el 23 de mayo de 1992, acompañando una delegación de artistas argentinos. Sus cenizas descansan en los jardines de su casa museo en la localidad de Cerro Colorado, a la sombra de un roble junto a las de Santiago Ayala "El Chúcaro".
Son 200 metros que lo recuerdan en la ciudad de Batán, en el barrio El Colmenar. #AntesDeSerCalle
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