Mariano Pascual Necochea nació en Buenos Aires el 7 de septiembre de 1792. Aunque no participó en la Revolución de Mayo, en 1812, se sumó con el grado de alférez al Regimiento de Granaderos a Caballo, recién fundado por el coronel José de San Martín. Fue a quien el general San Martín le encomendó la redacción del parte del combate de San Lorenzo.
La arteria que lo recuerda pertenece al bloque de las primeras que recibieron nombre. La ordenanza data de 1877. Su numeración va del 3100 (Av. Patricio Peralta Ramos al 500) hasta el 9700 (Av. Fermín Errea al 500); a lo largo de su traza forma parte de los barrios La Perla, Nueva Pompeya, Villa Primera, López de Gomara; entre Estado de Israel y Arturo Alió hace de frontera entre esto último y el barrio 9 de Julio. Desde Alió en adelante forma parte del barrio Malvinas Argentinas para después ingresar en el barrio Libertad, hasta su fin.
Guerra de la Independencia
El flamante jefe del Ejército del Norte, el general José Rondeau, durante enero de 1815, en plena Guerra de la Independencia, había dispuesto iniciar desde Jujuy -y con la venia del gobierno de Buenos Aires- la tercera invasión al Alto Perú. Lo hizo pese a la sugerencia en contra de José de San Martín, quien, al alejarse de la jefatura de ese cuerpo en 1814, había dicho, que por el Alto Perú “la Patria no haría camino...”. Para añadir a renglón seguido que con los gauchos de Güemes, bastaba y sobraba para sofrenar cualquier aventura invasora de los realistas.
El hecho es que Rondeau que ya estaba en Jujuy, abrió la tercera campaña libertadora al Alto Perú con unos 4.000 hombres más mil jinetes de la división Salta de Güemes. Por su parte, la vanguardia patriota ya se encontraba en Humahuaca bajo el mando de su nuevo jefe, el coronel Martín Rodríguez, reemplazante de Martín Güemes por disposición de Rondeau.
Y así fue que estando en Humahuaca, al coronel Rodríguez se le ocurrió avanzar hacia el norte para realizar un reconocimiento del terreno. Para ello, encabezó un escuadrón de granaderos a caballo con el cual logró arribar al final de la jornada (18-02-1815), al paraje El Tejar, ubicado entre Humahuaca y Abra Pampa. Allí resolvió hacer un alto para pasar la noche y descansar la tropa. Lo hizo sin tomar medidas de precaución y seguridad. Y así fue que al alba del 19 de febrero de 1815, mientras el escuadrón de granaderos aún dormía, cayeron sobre él las tropas realistas comandadas por Antonio Vigil, y que habían sido adelantadas por el coronel Pedro Antonio de Olañeta.
Esa noche, protegidas por las sombras, las fuerzas realistas habían logrado avanzar sigilosamente por el difícil terreno para sorpresa del campamento patriota que nada pudo hacer. Y así, al asomar el sol, todos los granaderos menos uno, estaban prisioneros, incluso su negligente jefe, el coronel Martín Rodríguez. El único que se salvó de aquella matutina redada era el granadero Mariano Necochea, de escasos 23 años de edad.
La acción salvadora
Según lo escrito por Bartolomé Mitre, Mariano Necochea salvó su vida luego de protagonizar un insólito hecho. Las cosas -según relata- habrían sucedido así: “Este bizarro oficial, encerrado en un corral de piedra con 25 granaderos, procuró resistir algún tiempo (el acorralamiento) pero, viendo la inutilidad de sus esfuerzos por escapar, montó a caballo en pelos y se lanzó sable en mano sobre el enemigo que lo cercaba y que rompió sobre él un fuego sostenido. Necochea duda y se detiene. Era que observaba el punto débil del cerco. Luego enseguida da espuela a su caballo, se lanza como un rayo sobre la caballería que se prepara a recibirle. En eso, un valeroso soldado español le sale al encuentro, avergonzado tal vez de que un solo hombre los cargase. Necochea lo atropella reciamente y descarga sobre él un golpe tremendo que lo derriba. A su frente se abre un claro, pasa por allí esgrimiendo el sable ensangrentado, y escapa golpeándose la boca, siendo perseguido por espacio de dos leguas”.
Tiempo después, Necochea contando sencillamente esta hazaña decía: “En mi vida he dado un tajo igual: creo que le dividí la cabeza hasta el pescuezo...”
Campaña al Perú
Poco después de desembarcar en Paracas, fue el segundo del general Juan Antonio Álvarez de Arenales en las dos campañas de la Sierra, y luchó en las batallas de Nazca y Cerro de Pasco. Fue ascendido a general durante el sitio del Callao, y quedó al mando del Regimiento de Granaderos a Caballo.
Tras la retirada de San Martín en 1823, quedó en el Perú a las órdenes de Simón Bolívar, que lo nombró por un tiempo gobernador de Lima. Fue uno de los dos jefes de la caballería argentina en la batalla de Junín, combate heroico en que sólo hubo participación de la caballería. Fue él quien inició el ataque, pero fue seriamente herido. La victoria fue posible gracias a la división de Isidoro Suárez, el otro jefe argentino. No pudo participar en la que sería la victoria definitiva, la batalla de Ayacucho.
Bolívar lo designó director de la Casa de Moneda. Tras un altercado con el gobierno peruano presidido por Bolívar, en el que fue acusado de participar en una conjura opositora y arrestado, regresó a Buenos Aires en 1826. Al salir del país devolvió las condecoraciones diciendo: “del Perú solo quiero llevarme las heridas”.
Al llegar, el presidente Bernardino Rivadavia lo nombró jefe de todas las reservas de Buenos Aires y le negó el permiso para hacer la campaña de la Guerra del Brasil a pesar de su insistencia. Ofendido por esa actitud, regresó al Perú, donde participó en la Guerra grancolombo-peruana comandando la caballería peruana en la Batalla del Portete de Tarqui. Volvió a Buenos Aires tras la caída del gobierno de Bernardino Rivadavia.
Las guerras civiles y el exilio
El gobernador Manuel Dorrego lo sancionó por pretender volcar una elección en favor de los unitarios, votando con todo su regimiento. No obstante, algunos autores citan el episodio como la intervención de Necochea en contra de un oficial partidario de Dorrego, que pretendía hacer votar a sus soldados en su favor. Apoyó a Juan Lavalle en la revolución de diciembre de 1828, pero no tomó parte en la guerra civil que siguió. Abandonó Buenos Aires a fines del año siguiente, poco después de la caída de Lavalle.
Tras pasar un tiempo en Montevideo y en Chile, regresó al Perú en 1831. Nuevamente fue puesto al frente de la Casa de Moneda.
Fue ascendido al grado de mariscal por el gobierno peruano en 1834, pero durante la Confederación Perú-Boliviana dirigida por Andrés de Santa Cruz, se exilió en Chile. Tras la derrota de éste en la batalla de Yungay pasó a Montevideo.
A principios de 1840, como parte de la campaña contra los federales, el presidente uruguayo Fructuoso Rivera lo envió a Entre Ríos “a recoger algunas vacas” para alimentar su ejército. Tras un período en Montevideo, regresó al Perú y retomó sus actividades en la Casa de Moneda.
Falleció en Miraflores, Perú, el 5 de abril de 1849 #AntesDeSerCalle
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