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Manuel Dorrego: el hombre que le puso su sangre a la primera grieta argentina

Nació en Buenos Aires el 11 de junio de 1787 y fue bautizado con los nombres de Manuel Críspulo Bernabé. Su padre era el portugués José Antonio do Rego y su madre la porteña María de la Asunción Salas. Su apellido recibió la argentinización a la hora de inscripto.

Estudió gramática, filosofía y teología en el Colegio de San Carlos. Se lo recuerda como excelente latinista. En 1809, ya egresado del colegio cruzó los Andes para seguir la carrera de derecho en la Universidad de Santiago de Chile.


La calle que lo recuerda en la ciudad de Mar del Plata está asentada en un Decreto sin número del 20 de julio de 1911. Su punto cero está en su intercesión con calle Rio Negro al 3800 y su altura final es 4300 (Juan B Justo al 3800) y su circulación vehicular es inversa a la numeración. En todo su trayecto forma parte de los barrios Nueva Pompeya, San Juan y Plaza Peralta Ramos. Desde calle Alvarado hasta su finalización (avenida Juan B. Justo) divide los barrios San José con el conocido como Funes y San Lorenzo.


Inquieto desde siempre


El joven estudiante porteño se unió a los que trabajaban por la independencia local, convirtiéndose en uno de los cabecillas de la incipiente rebelión, siendo al frente de los grupos estudiantiles patriotas el primero en lanzar el grito de “¡junta queremos!”, cuando los sucesos de mayo en Buenos Aires animaron a reclamar la renuncia del gobernante español.


Triunfante tras varias alternativas, el movimiento emancipador en Chile, Dorrego abandonó los estudios, ingresó al ejército, y ganó el ascenso a capitán en la represión de un motín antirrevolucionario, obteniendo por su actuación sobresaliente el premio de una medalla con la inscripción: “Chile a su primer defensor”.

En 1811 al regresar a Buenos Aires, se lo destinó al ejército auxiliar que operaba en el Alto Perú y que acababa de ser derrotado en Huaqui. Producida la revolución de septiembre de 1811, quedó a las órdenes de Juan Martín de Pueyrredon, integrando las avanzadas que, al mando de Díaz Vélez, fueron en ayuda de los sublevados de Cochabamba.

Herido dos veces en combate, alcanzó el grado de teniente coronel, grado con el que pelea en las batallas de Tucumán y Salta, siendo en ambas brillante su comportamiento. El general Belgrano en el parte que pasó al gobierno sobre esas victorias, recuerda y recomienda al teniente coronel Dorrego.


Un carácter que le trajo problemas

Dorrego era adepto a las bromas pesadas y llevando ya varias semanas de inmovilidad en Humahuaca, luego de la victoria de Salta, quizás aburrido, decidió provocar la discordia entre dos de sus mejores oficiales hasta el punto de que se desafiaron a un duelo del que ambos resultaron heridos. Sancionado por esos actos de indisciplina, estuvo ausente en Vilcapugio y Ayohuma, lo que motivará más tarde un comentario de Belgrano, que lamentó esa ausencia.

En los tristes y angustiados comentarios a posteriori de la derrota en Vilcapugio, Belgrano opinó que si Dorrego hubiera estado al mando del Batallón de Cazadores seguramente la batalla no se hubiera perdido. Fueron justamente el desorden y la confusión por carencia de mando del ala derecha lo que desniveló la contienda.


En 1813 ya coronel, tomó el mando de la vanguardia patriota, interviniendo en la formación de las milicias gauchas. Confinado por San Martín por nuevos actos de indisciplina, en mayo de 1814 se ordenó su traslado a Buenos Aires.


Al mando de Alvear, luchó en la Banda Oriental contra Artigas. En octubre de ese año, Dorrego derrotó en Marmarajá al caudillo artiguista Fernando Otorgués; pero en enero de 1815 los orientales deshicieron las fuerzas directoriales en Guayabos, retirándose Dorrego con su tropa a arroyo de la China (hoy Concepción del Uruguay), siendo luego llamado para presentarse en Buenos Aires.


De su experiencia en la Banda Oriental -menos gloriosa que la de Chile o el Alto Perú- conservará Dorrego una persistente antipatía por Artigas; años más tarde, siendo diputado en el congreso de 1826 tendrá palabras despectivas para el caudillo oriental.


Retrato de Angela Baudrix

A su regreso a Buenos Aires, en 1815, se dedicó al periodismo militante contra Pueyrredon. Contrajo enlace con Angela Baudrix. Angela apoyaba las ideas de su esposo y corregía los textos que Dorrego escribía para La Crónica Argentina, un diario federal.


Fue designado jefe del Regimiento 8 de Infantería. Lanzado a la lucha política, se pronunció por el gobierno federativo y auspició la autonomía de Buenos Aires junto con Manuel Moreno, Domingo French, Agrelo, Pagola y otros, siendo decidido opositor del director Pueyrredon.

Conocido su total rechazo a los planes monárquicos, Pueyrredon lo desterró el 15 de noviembre de 1816, enterándose sólo al tercer día de su viaje cuál era su destino. Después de una accidentada travesía -llegó a ser juzgado como pirata en Jamaica-, llegó a Baltimore, Estados Unidos en abril de 1817. Se ignoran las circunstancias de su vida allí, pero la atenta observación de la vida norteamericana reafirmó sus condiciones federalistas.


Volvió a Buenos Aires en abril de 1820, después de la caída del Directorio. Lejos de disminuir su popularidad, el aumento de su prestigio templó su espíritu y con su carácter bullicioso, inquieto y ardiente, ocupó diversos cargos.


El gobernador Manuel de Sarratea lo rehabilitó en su jerarquía de coronel, mandó abonar sus sueldos y lo declaró víctima de un gobierno injusto y arbitrario. Tuvo el mando militar de la ciudad después de los sucesos del 20 de junio y fue gobernador interino. Trató de negociar la paz con Estanislao López pero, enfrentado finalmente con éste, fue vencido en Gamonal.


Dorrego presentó entonces su candidatura a gobernador de la provincia de Buenos Aires siendo vencido en las elecciones por Martín Rodríguez. Siempre en la oposición, fue desterrado a Mendoza, donde permanecerá un año largo, huyó luego a Montevideo y regresó al amparo de la Ley del Olvido. El lapso 1822-1824 fueron años de sosiego y tranquilidad personales.


Carta escrita poco antes de ser fusilado, el 13 de diciembre de 1828 - Archivo General de la Nación - (@AGNArgentina)
Carta de Manuel Dorrego a Miguel de Azcuénaga

Tranquilidad relativa, porque su vocación política lo llevó siempre a estar presente en todos los momentos importantes del país pero ya no hay batallas ni exilios para él, vive en la quinta de su mujer, en San Isidro o en su casa de la ciudad. Por algunos meses es diputado a la legislatura bonaerense pero renuncia para dedicarse a labores de campo, en su estancia del pago de Areco.

En sus ocios de coronel retirado, siempre hubo tiempo para la política. Afirmó Iriarte en sus Memorias que en 1820 Dorrego tuvo a su favor “la gran mayoría de los proletarios de la ciudad”.

En 1825 interesado en negocios de minería viajó al norte, visitando a los gobernadores, Bustos, Ibarra y Quiroga. Vio a Bolívar, que le impresionó profundamente y a quien consideró el único capaz de contener al emperador del Brasil, entonces en actitud amenazante contra las Provincias Unidas.


Fue electo representante por Santiago del Estero en el congreso nacional, por la amistad trabada con Ibarra en 1812, sirviendo ambos en el ejército del General Manuel Belgrano. Juntos pelearon en las batallas de Tucumán y Salta, donde el comportamiento de Dorrego fue brillante y el de Ibarra destacado.


Al discutirse la Constitución de 1826 descolló en los debates sobre la forma de gobierno y el derecho al sufragio. Desde El Tribuno atacó las medidas centralizadoras de Rivadavia, ganando prestigio en las provincias en donde se lo consideraba uno de los dirigentes más caracterizados del federalismo en Buenos Aires.


Influyó con su prédica en la crisis que culminó con la renuncia de Rivadavia a la presidencia de la nación. El 12 de agosto de 1827 Dorrego fue investido con el cargo de gobernador y capitán general de la provincia de Buenos Aires, en cuyo carácter firmó la paz con el Brasil sobre la base de la independencia de la Banda Oriental.


La consagración de Dorrego como gobernador dio el triunfo neto al federalismo y de inmediato celebró pactos con las provincias del litoral y con la de Córdoba, preparando así el advenimiento del sistema federal en toda la República.


Los Unitarios no la dejaron pasar


Los Unitarios no se quedaron tranquilos y mucho menos se dieron por vencidos. El tratado de paz fue impopular, los opositores unitarios se pusieron a trabajar con premura para capitalizar ese descontento. Mientras agitaban la opinión de la ciudad, se insinuaron con los jefes militares que no vacilaban en hacer público su desagrado. Dos de ellos atrajeron especialmente su atención; dos veteranos de la independencia pese a su juventud, los generales José María Paz y Juan Lavalle.

Pintura sobre una de las posibles formas en la que fue fusilado

Este último encabezó el movimiento militar del 1 de diciembre de 1828, que obligó al gobernador Dorrego a dejar la ciudad y dirigirse a la campaña para reunirse con Rosas, quien avisado de lo que sucedía había reunido mil milicianos, y someter así al jefe rebelde, pero éste salió en su persecución y lo derrotó en Navarro.


Tomado prisionero fue fusilado el 13 de diciembre de 1828. Cuentan los escritos que antes de ser fusilado, Dorrego solicitó orarle a la imagen del Cristo Nazareno “Señor de la Cruz” originario de Salta de 1750. Este paso fatal fue el prólogo de una era de violencia que ensombreció por varios años la política argentina.


El primer acto del gobierno de Rosas, después de asumir el poder, fue rendir homenaje a la memoria de Dorrego, pronunciando estas palabras con motivo de sus funerales, “Dorrego! Víctima ilustre de las disensiones civiles: descansa en paz; la patria, el honor y la religión han sido satisfechos hoy, tributando los últimos honores al primer magistrado de la república, sentenciado a morir en el silencio de las leyes. La mancha más negra de la historia de los argentinos ha sido ya lavada con lágrimas de un pueblo, justo, agradecido y sensible”.


En resumen, Don Manuel tenía un fuerte ascendiente en los sectores populares que veían en él a alguien que defendía sus intereses oponiéndose a la oligarquía porteña y sus manejos. La Constitución unitaria y elitista que Bernardino Rivadavia hizo votar a la Legislatura suspendió, por el voto mayoritario de los diputados, el derecho a votar de los "criados a sueldo, peones jornaleros y soldados de línea". Es decir los humildes.


Dorrego fue una pieza clave del Ejército del Norte al mando de Manuel Belgrano. Sus ideales republicanos y liberales, su creencia en las mayorías y en el papel central de las provincias, llenaron su camino de enemigos. Cuando el federalismo llegó al poder en Buenos Aires, con Dorrego como gobernador, el golpe unitario de Juan Lavalle lo derrocó y le dio muerte en diciembre de 1828. #AntesDeSerCalle

Bibliografía: Biografías Militares (Editorial Universitaria del Ejército) // Manuel Dorrego, apóstol de la Democracia (Juan Tonelli) // Pasión y muerte de Dorrego (Enrique Pavón Pereyra) // La Revolución de diciembre y sus consecuencias (Mariano de Vedia y Mitre)// Digesto Concejo Deliberante Municipalidad de General Pueyrredon // El Loco Dorrego, El último revolucionario (Hernán Brienza) // Manuel Dorrego (colección Félix Luna)

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